Argelia y el Sahel: De frontera estratégica a núcleo de estabilidad regional

El Sahel africano se ha convertido en el nuevo epicentro de las tensiones geopolíticas y de seguridad en África, donde confluyen intereses internacionales, conflictos internos y desafíos estructurales. En este contexto, Argelia redefine su papel regional al considerar al Sahel como una extensión orgánica de su seguridad nacional. Esta visión marca un giro estratégico en su política exterior, apostando por un enfoque integral que combine desarrollo, soberanía y cooperación regional

Caravana de camellos transitando la región sur de Algeria – Foto: Akli Salah

La región del Sahel africano ha dejado de ser una simple zona periférica marcada por la fragilidad institucional, la pobreza estructural y las amenazas recurrentes del terrorismo transfronterizo. Hoy se ha consolidado como un escenario geoestratégico de primer orden, en el que confluyen los intereses de potencias internacionales, actores regionales emergentes y organizaciones multilaterales, todos ellos buscando posicionarse en una zona que, aunque históricamente marginada, se ha convertido en un barómetro de estabilidad o caos para el conjunto del continente africano. En este marco, Argelia ha elevado su perfil como actor decisivo, al considerar explícitamente al Sahel como una extensión orgánica de su seguridad nacional, lo cual implica un cambio de paradigma respecto a su rol regional tradicional.

Argelia y su entorno geopolítico. Mapa: Elaboración propia Instituto IDHUS

Esta concepción fue expresada con claridad por el General del Ejército y Jefe del Estado Mayor del Ejército Nacional Popular (ANP), Saïd Chanegriha, durante el coloquio nacional titulado “El Sahel africano: desafíos de seguridad y desarrollo a la sombra de las rivalidades geopolíticas en la región”, celebrado recientemente en Argel. La elección de este foro en el marco del Día de África no fue casual, sino profundamente simbólica: Argelia retoma con determinación su vocación africana, alejándose de las dinámicas meramente magrebíes o mediterráneas y proyectándose como un actor estabilizador en el corazón del continente.

El discurso del General Chanegriha ha sido interpretado por analistas como una declaración estratégica que marca una inflexión cualitativa en la doctrina de seguridad argelina. No se trató de un mensaje protocolario, sino de una hoja de ruta política y militar, coherente con la doctrina histórica de no intervención y respeto a la soberanía que ha caracterizado a la diplomacia argelina desde su independencia. Esta doctrina, sin embargo, evoluciona ahora hacia una acción proactiva basada en el desarrollo estructural como herramienta de seguridad, desplazando las soluciones estrictamente militares hacia una lógica de estabilidad sostenible.

El profesor Mouloud Ould Sedik, experto en relaciones internacionales, ha subrayado que esta visión no se limita a la lucha contra el terrorismo, sino que promueve una arquitectura de seguridad que incluye el desarrollo económico, la integración regional, la diplomacia preventiva y la cooperación multisectorial. Argelia ha sido crítica con los enfoques intervencionistas de potencias como Francia, cuya operación Barkhane en Malí fracasó en generar estabilidad duradera, y ha promovido en su lugar esquemas de cooperación como el Comité de Estado Mayor Operacional Conjunto (CEMOC), que reúne a los ejércitos de los países del Sahel y Argelia en un formato basado en la igualdad y la coordinación soberana.

En este contexto, la rivalidad geopolítica se ha intensificado en el Sahel. Con la retirada parcial de fuerzas occidentales, nuevas potencias como Rusia, Turquía, China y algunos países del Golfo han intensificado su presencia mediante acuerdos militares, inversiones en recursos naturales y estrategias de influencia blanda. Esta recomposición del tablero geoestratégico ha generado un vacío de poder que Argelia no puede ignorar, especialmente considerando que comparte más de 6.000 km de frontera terrestre con países saharianos y sahelianos, lo que convierte cualquier desestabilización en su entorno inmediato en una amenaza directa a su seguridad nacional.

Rachid Allouche, politólogo argelino, afirmó que el mensaje del General Chanegriha es claro: Argelia no se someterá a agendas impuestas desde el exterior, ni permitirá que su papel regional sea marginado por iniciativas extranjeras. Más aún, plantea que las soluciones impuestas desde fuera han fracasado de forma sistemática, ya que no abordan las raíces estructurales del conflicto: el subdesarrollo crónico, la gobernanza frágil, el colapso del tejido estatal y la exclusión sociopolítica de grandes segmentos de la población. En lugar de exportar modelos ajenos, Argelia propone una visión de seguridad integral, donde el desarrollo humano, la soberanía y la cooperación entre iguales sean los pilares de la estabilidad duradera.

Este planteamiento, sin embargo, no se produce en un vacío. La región está experimentando un reordenamiento profundo de sus equilibrios internos, con golpes de Estado en países como Malí, Burkina Faso y Níger, que han cuestionado las estructuras institucionales previas y han abierto la puerta a nuevas formas de relación con actores como Rusia, a través del grupo Wagner o acuerdos bilaterales. Estas dinámicas han debilitado las alianzas tradicionales con Occidente y generado nuevas lógicas de dependencia y competencia. Argelia, consciente de estos cambios, busca posicionarse como un tercero confiable, capaz de dialogar con todos los actores y promover una agenda basada en intereses compartidos y no en dominaciones externas.

A futuro, el enfoque argelino plantea varios desafíos y oportunidades. En términos de política exterior, Argelia deberá consolidar alianzas regionales sólidas, especialmente con los países del AES, y fortalecer sus vínculos con la Unión Africana, promoviendo iniciativas conjuntas de desarrollo y seguridad. También deberá invertir en instrumentos de diplomacia económica, como el impulso a proyectos transnacionales en energía, transporte, educación y salud, que permitan integrar efectivamente al Sahel en una economía regional interconectada. Este enfoque requiere una visión estratégica a largo plazo, que combine poder duro (capacidad militar) y poder blando (cooperación, cultura, formación, asistencia técnica).

Por otro lado, será crucial que Argelia logre traducir su visión en resultados tangibles en las zonas fronterizas. La gestión de los flujos migratorios, la lucha contra el narcotráfico y el contrabando, la protección del medio ambiente y la generación de empleo en zonas desérticas deben ser prioridades, ya que son estos factores los que alimentan el descontento social y abren la puerta a la radicalización. En este sentido, la conexión entre seguridad y desarrollo, tan enfatizada por el General Chanegriha, deberá ser reforzada mediante inversiones públicas sostenidas y la participación activa de la sociedad civil y del sector privado.

Además, el futuro de esta estrategia estará condicionado por la evolución del sistema internacional. El multilateralismo, actualmente en crisis, necesita ser revitalizado para permitir que las soluciones africanas para los problemas africanos encuentren un eco real en las organizaciones internacionales. Argelia, con su capital diplomático acumulado y su historial de liderazgo no alineado, podría desempeñar un papel catalizador en este proceso, proponiendo reformas en el Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana, así como en el marco de cooperación entre África y Naciones Unidas.

En resumen, la afirmación de que el Sahel es una extensión orgánica de la seguridad nacional argelina no es solo una declaración política: es una redefinición del perímetro de actuación estratégica del Estado argelino en el siglo XXI. Esta visión, si se sostiene con coherencia y visión a largo plazo, tiene el potencial de transformar la región en un espacio de estabilidad cooperativa y desarrollo sostenible, en contraste con la fragmentación, la tutela externa y el conflicto que han predominado en las últimas décadas. En ese camino, Argelia se posiciona no solo como un actor de seguridad, sino como un arquitecto regional de paz y desarrollo estructural en el corazón del África continental.

Por Instituto IDHUS