La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA Mali) ha emitido recientemente su boletín correspondiente a los meses de abril y mayo, en el cual se destaca el agravamiento de las condiciones de vida en las regiones norte y central de Malí. Esta situación se ve exacerbada por la creciente inseguridad y la progresiva escasez de recursos disponibles.
La crisis alimentaria en el país africano ha alcanzado niveles alarmantes, previéndose que alrededor de 1,3 millones de personas enfrenten inseguridad alimentaria entre los meses de junio y agosto de 2024, según los datos proporcionados por la OCHA.
El empeoramiento de la situación se atribuye a múltiples factores, entre ellos la violencia generalizada, la escasez de precipitaciones y los desplazamientos internos, los cuales han convertido la vida diaria de la población local en una lucha constante por la supervivencia.
El último informe del Marco Armonizado, una herramienta fundamental para la identificación y análisis de la seguridad alimentaria y nutricional, revela que más de 4 millones de personas están en riesgo de ver disminuida su ingesta de alimentos. Este escenario incrementa significativamente el riesgo de malnutrición, particularmente entre los niños, un grupo especialmente vulnerable.
De acuerdo con la OCHA, más de la mitad de los 7,1 millones de personas que necesitan asistencia humanitaria son niños, situándolos en la primera línea de esta crisis. Ante este panorama desolador, la agencia de la ONU enfatiza la crucial necesidad de apoyo internacional, aunque advierte que dicho apoyo sigue siendo insuficiente. Japón ha realizado una contribución significativa recientemente, permitiendo a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) proporcionar refugio y artículos de primera necesidad a aproximadamente 3.000 hogares en las regiones norte y centro. No obstante, la financiación global destinada a la respuesta humanitaria se encuentra en niveles alarmantemente bajos.
Hasta este pasado mes de mayo de 2024, únicamente se había recaudado el 10% de los fondos necesarios para asegurar la seguridad alimentaria, el nivel más bajo registrado desde el inicio de la crisis en 2012.
La OCHA también advierte sobre la vulnerabilidad de las mujeres y niñas, señalando un aumento del 30% en los incidentes de violencia de género en comparación con el año anterior, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Esta violencia, frecuentemente relacionada con la búsqueda de recursos esenciales como el agua, pone en evidencia los desafíos persistentes en la protección de las poblaciones vulnerables. A pesar de los esfuerzos realizados, el acceso de las sobrevivientes a los servicios sigue siendo limitado debido a la inseguridad y las restricciones de movilidad.
Aumento de la Presión sobre los Refugiados
Además de la ya precaria situación interna, Malí continúa recibiendo refugiados, principalmente provenientes de Burkina Faso, lo cual incrementa la presión sobre los ya escasos recursos. En abril de 2024, se contabilizaron 92.272 refugiados en el país, un aumento significativo en comparación con el final del año anterior. Más de 354.000 refugiados y desplazados internos dependen de la ayuda internacional para sobrevivir.
La crisis ha tenido un impacto devastador en los niños. Con más de 1.700 escuelas cerradas, principalmente en las regiones norte y centro del país, alrededor de medio millón de niños se ven privados de su derecho a la educación. Iniciativas de enseñanza a distancia a través de la radio, apoyadas por el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) y UNICEF, intentan mitigar este déficit educativo, aunque los desafíos siguen siendo formidables.
Según la OCHA, esta situación subraya la necesidad imperiosa de una mayor movilización y de una financiación más sustancial para evitar un desastre humanitario de gran escala y salvar vidas en las regiones más afectadas del país.