En las últimas décadas, África subsahariana ha comenzado a reconfigurar su papel en el escenario económico mundial, con varias de sus naciones registrando un crecimiento sostenido y procesos de transformación estructural. Más allá de los desafíos históricos que enfrenta la región, ciertos países han logrado consolidarse como motores económicos con influencia regional y proyección internacional

En las últimas décadas, África subsahariana ha dejado de ser una región percibida exclusivamente bajo el prisma de la pobreza, el subdesarrollo y los conflictos, para posicionarse gradualmente como un espacio de crecimiento económico significativo, oportunidades de inversión estratégica y transformación estructural. Aunque los desafíos persisten —desde la volatilidad política hasta los efectos del cambio climático y las desigualdades persistentes— diversas naciones de la región han registrado avances notables en términos de desarrollo macroeconómico, infraestructuras, capital humano y digitalización. En este marco, algunas economías han emergido como líderes regionales por su tamaño, dinamismo económico y peso geopolítico.
Este análisis se centra en las cinco economías más poderosas del África subsahariana, tomando como base indicadores clave como el Producto Interno Bruto (PIB), el ingreso nacional per cápita, la esperanza de vida, así como el acceso a la electricidad y a internet. Estos indicadores no solo reflejan la dimensión cuantitativa de la riqueza de una nación, sino también su capacidad de generar bienestar, fomentar la inclusión social y sentar las bases para un desarrollo sostenible. Asimismo, vamos a examinar la trayectoria reciente de estas economías y proyectaremos posibles escenarios de evolución futura, en un contexto global caracterizado por la reconfiguración del orden económico internacional, las crisis energéticas y alimentarias, y la expansión de los nuevos polos de influencia como los BRICS.

Sudáfrica: liderazgo industrial y desafíos estructurales
Sudáfrica, con un PIB estimado en 380.700 millones de dólares en 2024, mantiene su posición como la primera economía del África subsahariana. Miembro del bloque BRICS desde su ampliación en 2010, el país representa un referente regional tanto por su estructura económica diversificada como por su infraestructura relativamente avanzada. La economía sudafricana se sustenta en sectores robustos como la minería (oro, platino, carbón), la manufactura, los servicios financieros, la agricultura mecanizada y el turismo. Sin embargo, este liderazgo contrasta con un crecimiento económico moderado: en la última década, el país ha registrado una tasa media de expansión del PIB inferior al 1 %, reflejo de obstáculos como el desempleo crónico (superior al 30 %), los cuellos de botella energéticos y las tensiones sociopolíticas.
Con una población de más de 63 millones de habitantes, el ingreso per cápita de 6.022 dólares (2023) lo posiciona como uno de los más altos de la región, si bien las disparidades internas son extremas. La esperanza de vida es de 66 años y el acceso a la electricidad alcanza al 87,7 % de la población, lo que contrasta con el promedio continental. Sudáfrica enfrenta el desafío de modernizar su red eléctrica —sometida a frecuentes apagones— y reactivar su tejido industrial, mientras gestiona una compleja transición energética.
A futuro, Sudáfrica podría consolidar su liderazgo económico si consigue superar la crisis energética, profundizar la diversificación económica y aprovechar su membresía en bloques como los BRICS para acceder a nuevas fuentes de financiamiento e inversión.
Nigeria: el gigante que busca estabilidad
Nigeria, con una población que supera los 228 millones de habitantes, es el país más poblado de África y su segunda economía en términos de PIB (363.850 millones de dólares en 2024). Históricamente dependiente del petróleo, el país ha iniciado en los últimos años un proceso de diversificación, con resultados alentadores en el sector agrícola, manufacturero y en las industrias creativas (música, cine, moda). Reformas introducidas entre 2011 y 2015 por Akinwumi Adésina en el ámbito agroalimentario han permitido mejorar la autosuficiencia y crear empleo en zonas rurales, aunque los efectos han sido limitados por la persistente inestabilidad macroeconómica.
Nigeria enfrenta una inflación elevada (24,7 % anual), una moneda debilitada —el naira ha perdido valor sostenidamente frente al dólar— y una presión social significativa. Con un ingreso per cápita de apenas 1.596 dólares y una esperanza de vida de 54 años, los beneficios del crecimiento económico no se traducen en una mejora sostenida de las condiciones de vida. Solo el 61,2 % de la población tiene acceso a la electricidad y una porción menor cuenta con acceso regular a internet.
La trayectoria futura de Nigeria dependerá de su capacidad para implementar reformas fiscales, estabilizar su moneda, reducir su dependencia del petróleo y aprovechar su enorme mercado interno, que podría convertirse en uno de los motores del crecimiento continental si se articula con la Zona de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA).
Etiopía: crecimiento acelerado en medio de retos institucionales
Etiopía se ha convertido en una de las economías de más rápido crecimiento en el África subsahariana. En 2023 y 2024, registró una expansión del 8,1 %, pese a las tensiones internas derivadas de conflictos étnicos y disputas territoriales. Con un PIB de 163.000 millones de dólares y un ingreso per cápita de 1.272 dólares, el país sigue siendo relativamente pobre, pero muestra una dinámica de transformación estructural que ha captado el interés de inversores chinos, turcos y árabes.
El país del Cuerno de África se ha enfocado en el desarrollo de grandes infraestructuras, como la presa del Gran Renacimiento Etíope, que busca convertir al país en exportador neto de energía. No obstante, solo el 55,4 % de la población tiene acceso a electricidad, y el acceso a internet es limitado, alcanzando apenas al 17 % según datos de 2021.
Miembro de los BRICS desde 2024, Etiopía busca consolidarse como polo geoeconómico en África Oriental. El FMI estima que su PIB podría alcanzar los 177.000 millones de dólares en 2026. Para lograr un crecimiento sostenido, Etiopía deberá fortalecer sus instituciones democráticas, resolver sus conflictos internos y ampliar el acceso a servicios básicos.
Kenia: innovación y conectividad al servicio del desarrollo
Kenia, con un PIB de 108.040 millones de dólares en 2023 y una población de 55 millones de habitantes, se posiciona como la cuarta economía subsahariana. Se ha convertido en un centro de innovación digital y emprendimiento tecnológico, con Nairobi como referencia del ecosistema de startups africanas. El país también mantiene un sector turístico activo, con gran riqueza natural y cultural, además de una agricultura diversificada y en expansión.
El ingreso per cápita se sitúa en 1.952 dólares, la esperanza de vida supera los 67 años, y el acceso a la electricidad alcanza al 76,2 % de la población, lo que lo sitúa por encima del promedio regional. Sin embargo, solo el 35 % de la población tiene acceso estable a internet, lo que limita el aprovechamiento pleno del potencial digital.
Kenia es un país con una política macroeconómica generalmente estable y con un nivel de deuda pública manejable. A futuro, su crecimiento dependerá de la capacidad de escalar sus sectores más dinámicos (fintech, energías renovables, agrotecnología), reducir la informalidad laboral y cerrar brechas regionales en materia de infraestructura.
Costa de Marfil: un modelo francófono de crecimiento sostenido
Costa de Marfil ha emergido como el país francófono más potente del África subsahariana y uno de los casos más notables de crecimiento sostenido. Con un PIB que ha pasado de 80.000 millones de dólares en 2023 a 87.000 millones en 2024, y estimaciones del FMI que proyectan 112.000 millones para 2027, el país se consolida como líder económico de la Unión Económica y Monetaria del África Occidental (UEMOA), representando más del 60 % del PIB de dicha unión.
Primer productor mundial de cacao, ha diversificado su economía hacia sectores como el caucho, el anacardo, la construcción y los servicios financieros. Entre 2012 y 2019, registró un crecimiento medio del 8,2 % anual. Su ingreso per cápita ha alcanzado los 2.530 dólares, superando ampliamente al de Nigeria. El 72,4 % de la población tiene acceso a electricidad y el 41 % a internet, cifras que revelan avances significativos en materia de inclusión energética y digital.
Costa de Marfil se enfrenta ahora al reto de mantener la estabilidad política tras años de tensiones poselectorales, mejorar la gobernanza y seguir desarrollando el capital humano. El país tiene potencial para convertirse en un «hub» logístico y financiero en África Occidental si aprovecha sus fortalezas en infraestructura y conectividad regional.
Perspectivas regionales
El análisis de estas cinco economías revela una tendencia de fondo: el África subsahariana está en un proceso de transformación económica gradual pero consistente. Si bien el crecimiento no es homogéneo ni exento de riesgos, se observa una diversificación sectorial, una expansión del acceso a servicios básicos y un mayor interés de actores internacionales en el desarrollo de la región. La inclusión de países como Sudáfrica y Etiopía en los BRICS, la implementación de la AfCFTA y la creciente digitalización son señales de un cambio de época.
Para que estas economías consoliden sus avances, será esencial promover una gobernanza efectiva, invertir en educación y salud, reforzar las capacidades estatales y construir resiliencia frente a las crisis climáticas y económicas globales. África subsahariana, con su demografía creciente y sus recursos estratégicos, podría desempeñar un papel cada vez más relevante en la economía global del siglo XXI. Pero para ello, será necesario transformar el crecimiento en desarrollo humano sostenible y equitativo.