Redibujando el Sur de Asia: El giro estratégico de Bangladés hacia China y su impacto en el tablero geopolítico regional

La reciente aproximación estratégica de Bangladés hacia China está alterando profundamente el equilibrio geopolítico del sur de Asia. En un contexto de tensiones crecientes con la India y una región marcada por la competencia de grandes potencias, Daca emerge como un actor clave en la redefinición de alianzas y rutas de influencia. Analizamos el trasfondo, las implicaciones y la evolución de este giro, proyectando sus posibles efectos sobre el futuro regional y global

 

En esta imagen difundida por @SpoxCHN_MaoNing el 28 de marzo de 2025, el presidente chino, Xi Jinping, durante una reunión con el consejero jefe de Bangladesh, Muhammad Yunus. Foto: @SpoxCHN_MaoNing vía PTI Photo

En marzo de 2025, la llegada del líder interino de Bangladés, Muhammad Yunus, a Pekín marcó no solo un gesto diplomático rutinario, sino un punto de inflexión con profundas implicaciones estratégicas para el sur de Asia. Sus declaraciones, aparentemente técnicas, sobre la dependencia geográfica de los estados del noreste de la India —a los que describió como “sin salida al mar” y dependientes de su país para el acceso marítimo— resonaron con fuerza más allá del discurso político convencional. Lo que para algunos fue una simple afirmación geográfica, fue interpretado por otros como una señal clara de un nuevo posicionamiento: Bangladés ya no se limitaba a mirar hacia el este como una estrategia complementaria a su diplomacia tradicional, sino que estaba reposicionándose activamente como un pivote regional, utilizando su relación con China como una herramienta calculada para redefinir su papel en el sistema regional de poder.

Este acontecimiento se produce en un contexto de gran volatilidad política interna y externa. La salida de Sheikh Hasina del poder en agosto de 2024, tras una serie de tensiones acumuladas y protestas internas, marcó el fin de un largo periodo de relativa estabilidad diplomática entre Nueva Delhi y Daca. Su exilio en India, interpretado como una protección estratégica ofrecida por el gobierno indio, fue percibido por la nueva administración de Yunus como una injerencia indebida en la soberanía política de Bangladés. Este desencuentro, lejos de ser anecdótico, se ha convertido en un catalizador de un realineamiento más profundo de las alianzas regionales, en un momento en que el equilibrio de poder en Asia meridional se encuentra en plena transformación.

El factor China: una alternativa económica y diplomática

La aproximación de Bangladés a China no puede entenderse simplemente como un alejamiento de India, sino como una apuesta pragmática por diversificar sus alianzas estratégicas y económicas. China ha aprovechado con agilidad el vacío diplomático dejado por la crisis bilateral indo-bangladesí, posicionándose como un socio dispuesto a invertir rápidamente y sin exigir condicionamientos políticos visibles. En este sentido, el compromiso de Pekín con proyectos como la conservación del río Teesta, la construcción de nuevos parques industriales y la propuesta de un hospital de la amistad en Daca forman parte de un paquete de ayuda estratégica que busca integrar a Bangladés en la lógica expansiva de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés).

Además, la ubicación geográfica de Bangladés, con acceso al golfo de Bengala, lo convierte en una pieza clave en la estrategia del “Collar de Perlas” de China, una red de puertos e infraestructuras diseñadas para asegurar rutas marítimas desde el mar del Sur de China hasta el océano Índico. Desde la óptica de Pekín, afianzar su presencia en Bangladés representa una oportunidad para contrarrestar la influencia marítima india, establecer infraestructura de doble uso (civil y militar) en zonas próximas al Corredor de Siliguri —un cuello de botella vital para la conectividad india con su noreste— y consolidar una red logística paralela a la hegemonía regional de la India.

Reacciones desde la India: una política de vecindad en crisis

Para Nueva Delhi, los gestos de Yunus y su disposición a abrir el espacio bangladesí al capital y la infraestructura china son percibidos como una amenaza directa a su seguridad estratégica. La India ha reaccionado con rapidez mediante medidas que, aunque presentadas como administrativas, tienen un fuerte contenido geopolítico. La drástica reducción en el número de visados médicos para ciudadanos bangladesíes, así como la cancelación de un acuerdo clave de tránsito que permitía a Daca exportar productos a través del territorio indio hacia Nepal, Bután y Birmania, representan un giro hacia una política de presión selectiva, que convierte el acceso a bienes, servicios y rutas comerciales en herramientas de negociación.

No obstante, esta estrategia no está exenta de riesgos. En lugar de reforzar el liderazgo indio en la región, puede acentuar la percepción de que la India ya no actúa como un garante de estabilidad regional, sino como un actor que condiciona su apoyo a alineamientos políticos específicos. Esta percepción tiene consecuencias inmediatas sobre la política interna de países vecinos, que comienzan a explorar alternativas para reducir su dependencia de Nueva Delhi.

Las lecciones para el resto del sur de Asia

Lo que ocurre entre Bangladés, China y la India no es un fenómeno aislado, sino parte de una tendencia regional más amplia. Nepal, aún marcado por los bloqueos económicos impuestos por la India en 1989 y 2015, mantiene un delicado equilibrio entre ambas potencias. Bután ha experimentado episodios de tensión por el control de subsidios energéticos, y Sri Lanka oscila entre ambos actores, intentando mantener márgenes de autonomía tras años de crisis económica y sobreendeudamiento con China. En el caso de Maldivas, el reciente cambio de postura bajo el presidente Muizzu muestra que los ciclos de alineamiento pueden revertirse rápidamente en función de los contextos electorales y las necesidades económicas.

La conclusión evidente es que los estados pequeños del sur de Asia están pasando de un modelo de dependencia pasiva a uno de pragmatismo estratégico. En este nuevo escenario, la competencia entre potencias no solo se dirime en términos militares o diplomáticos, sino también en la capacidad para ofrecer conectividad, inversiones, acceso a mercados, tecnología y cooperación médica. China, con su enfoque de “no intervención” y rapidez en la ejecución de proyectos, representa una alternativa atractiva frente a la burocracia india y sus condicionamientos geopolíticos tradicionales.

Un nuevo paradigma geopolítico en gestación

Lo que estamos presenciando es el nacimiento de un nuevo paradigma geopolítico en el sur de Asia, donde las líneas de influencia ya no son estáticas ni permanentes. Las relaciones entre países ya no se estructuran en torno a lealtades históricas, sino en función de intereses inmediatos, proyectos de desarrollo concretos y oportunidades comerciales. En este contexto, la diplomacia del siglo XXI está cada vez más vinculada a la logística, la conectividad digital y física, y la gestión de la dependencia energética y alimentaria.

De cara al futuro, esta dinámica tendrá profundas implicaciones para la arquitectura de seguridad del Indo-Pacífico, la configuración de cadenas de suministro globales y la competencia tecnológica entre bloques. Si la India no adapta su enfoque, corre el riesgo de ver erosionada su influencia en su propio vecindario, mientras China gana terreno como socio preferente en múltiples frentes. Al mismo tiempo, actores intermedios —como Japón, los países del Golfo o la Unión Europea— podrían aprovechar el creciente multilateralismo para posicionarse como contrapesos estratégicos, brindando opciones a los países del sur de Asia sin obligarlos a elegir entre Pekín o Nueva Delhi.

¿Hacia dónde vamos?

El caso de Bangladés no es solo un capítulo aislado en la diplomacia asiática, sino un síntoma de una reconfiguración más profunda que define el siglo XXI: un mundo cada vez más multipolar, interdependiente y competitivo, donde las naciones medianas y pequeñas están aprendiendo a maniobrar con mayor autonomía. Para la sociedad global, esto implica un cambio en cómo se negocian las reglas del comercio, la cooperación climática, la seguridad y los derechos humanos. El sur de Asia, con su peso demográfico, potencial económico y ubicación estratégica, será uno de los epicentros donde se dispute el futuro del orden internacional.

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Por Instituto IDHUS

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