Turquía y la ASEAN: Hacia una Asociación Estratégica en el Indo-Pacífico ante un Orden Mundial en Transformación

En un mundo marcado por la creciente competencia geopolítica y la transformación del orden internacional, las relaciones entre Turquía y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) emergen como un caso paradigmático de cooperación estratégica entre potencias medias del Sur Global. Analizamos la evolución, el alcance y las proyecciones futuras de esta asociación, explorando su impacto en los equilibrios regionales y globales, así como sus implicaciones para la sociedad en el contexto de un sistema internacional en transición.

El presidente Prabowo Subianto y el presidente turco Recep Tayyip Erdogan se estrechan la mano tras asistir a la firma de acuerdos bilaterales de cooperación en el Palacio Presidencial de Ankara, Turquía, el jueves (10 de abril de 2025). ANTARA PHOTOS/Galih Pradipta/nbl.

En un contexto internacional marcado por la reconfiguración del poder global y el ascenso del Indo-Pacífico como epicentro económico y geoestratégico, Turquía ha adoptado una política exterior proactiva para diversificar sus alianzas y ampliar su presencia más allá de sus esferas tradicionales de influencia. Dentro de esta estrategia, la intensificación de los vínculos con la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) representa un paso fundamental en la evolución de su política euroasiática y en su ambición de desempeñar un papel relevante en el sistema internacional multipolar emergente.

Contexto histórico y fundación de una visión euroasiática

Tras el fin de la Guerra Fría, Turquía orientó sus esfuerzos diplomáticos hacia el fortalecimiento de la cooperación con las naciones recién independizadas del Mar Negro y Asia Central. Simultáneamente, comenzó a resaltar su identidad asiática como complemento de su histórica vocación europea. En este sentido, el lema «El mundo túrquico: del mar Adriático a la Gran Muralla China» simbolizaba su aspiración a construir una comunidad transcontinental, con base en los lazos históricos, lingüísticos y culturales del pueblo túrquico.

La institucionalización de esta visión se materializó a través de la creación de la Organización de Cooperación Económica del Mar Negro (BSEC) y la Organización de Estados Túrquicos (OTS), dos plataformas que reflejan la creciente orientación euroasiática de Ankara. Al mismo tiempo, Turquía ha buscado una inserción activa en mecanismos asiáticos más amplios, como su condición de socio de diálogo de la Organización de Cooperación de Shanghái y, especialmente, su acercamiento estructurado a la ASEAN.

Construcción de una relación estructural con la ASEAN

Turquía ha mantenido relaciones históricas con varias naciones del Sudeste Asiático, en particular con aquellas de mayoría musulmana como Indonesia, Malasia y Brunéi, a través de la Organización para la Cooperación Islámica (OCI). Sin embargo, la evolución contemporánea de estos vínculos se enmarca en una estrategia más amplia y articulada.

En 2010, Ankara firmó el Tratado de Amistad y Cooperación de la ASEAN (TAC), y en 2017 obtuvo el estatus de Socio de Diálogo Sectorial, un hito importante que institucionalizó su compromiso con la región. Esta asociación se operacionalizó mediante la creación del Comité Conjunto de Cooperación Sectorial ASEAN-Turquía (AT-JSCC), que ha celebrado seis reuniones entre 2018 y 2024 para definir las prioridades de colaboración, incluyendo áreas como la lucha contra el crimen transnacional, el combate al terrorismo, la gobernanza democrática, los derechos humanos, el comercio, la inversión y el desarrollo sostenible.

No obstante, el objetivo de Ankara es alcanzar el estatus de “Socio de Diálogo Pleno”, lo que implicaría una cooperación más integral en asuntos de política, seguridad y economía. Pese a que no hay indicios inmediatos de que esto se materialice, la dirección estratégica apunta claramente hacia una mayor integración.

Crecimiento económico bilateral y desafíos

El crecimiento del comercio bilateral ha sido notable. El volumen total de comercio entre Turquía y los países de la ASEAN pasó de 1.100 millones de dólares en 2000 a 13.300 millones en 2022. Sin embargo, esta cifra representa todavía una porción modesta si se la compara con los principales socios comerciales de la ASEAN. El potencial para expandir esta relación es amplio, particularmente en sectores estratégicos como la industria de defensa, donde Turquía ha demostrado capacidades competitivas en la producción de drones, vehículos blindados, helicópteros de ataque y fragatas.

La expansión de la cooperación económica serviría también como mecanismo para corregir los déficits comerciales de Turquía con países como Malasia, Tailandia, Vietnam, Indonesia y Filipinas. Además, existen oportunidades emergentes en sectores como energías renovables, tecnología, infraestructura y servicios digitales, en línea con las prioridades de la ASEAN y los objetivos de la iniciativa turca “Asia Anew” lanzada en 2019.

Ventajas geopolíticas y rol de mediación

La ubicación geográfica de Turquía le proporciona una ventaja estratégica singular como nodo entre Europa, Asia y el Medio Oriente. Esta característica le permite ofrecer a los países de la ASEAN una puerta de entrada a mercados europeos y euroasiáticos, incluidos Rusia, Ucrania y Kazajistán. Al mismo tiempo, su pertenencia a la OTAN y su participación en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China le permiten actuar como un nexo entre Occidente y Oriente.

Desde una perspectiva diplomática, Turquía ha demostrado una destacada capacidad de mediación en conflictos regionales, como lo demuestra su participación en las negociaciones de paz entre el gobierno filipino y el Frente Moro de Liberación Islámica (MILF), así como su contribución a la reconstrucción institucional de Timor Oriental. Su postura neutral en disputas marítimas del Sudeste Asiático, como el conflicto del mar de China Meridional, le permite posicionarse como un actor confiable y no intervencionista, especialmente considerando sus propias disputas marítimas con Grecia y su no adhesión a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982.

Proyección futura y repercusiones para la sociedad global

La consolidación de las relaciones Turquía-ASEAN debe analizarse en el marco más amplio de la transformación del orden mundial. La crisis financiera global de 2008 marcó un punto de inflexión en el modelo de globalización liderado por Occidente. Desde entonces, tanto el comercio como el crecimiento mundial han mostrado signos de estancamiento, mientras que el ascenso de China y el resurgimiento de potencias regionales están dando lugar a un orden multipolar, menos centrado en instituciones occidentales.

Ante este panorama, las potencias medias del Sur Global, como Turquía y los países de la ASEAN, están asumiendo un rol más proactivo en la configuración de nuevas reglas internacionales. Esta evolución puede generar impactos significativos para la sociedad global. Por un lado, ofrece la posibilidad de construir un sistema internacional más equilibrado y representativo; por otro, plantea nuevos desafíos, como la necesidad de fortalecer instituciones multilaterales, fomentar la resiliencia económica y garantizar que el desarrollo tecnológico y comercial se realice de forma inclusiva y sostenible.

Desde una perspectiva societal, la expansión de esta alianza implica un aumento de los flujos comerciales, culturales y de conocimiento entre Eurasia y el Sudeste Asiático. También podría incentivar mayores niveles de cooperación en áreas cruciales como la educación superior, la innovación digital, la seguridad alimentaria y la respuesta ante crisis humanitarias y desastres naturales. A largo plazo, esta tendencia podría dar lugar a una nueva arquitectura de cooperación global donde el Sur Global no sea meramente receptor, sino protagonista en la producción de soluciones compartidas para desafíos planetarios.

El fortalecimiento de las relaciones entre Turquía y la ASEAN es parte de un cambio estructural más amplio en el sistema internacional, que refleja la emergencia de nuevas alianzas estratégicas en un mundo cada vez más multipolar. Este proceso tiene el potencial de redefinir tanto los equilibrios geopolíticos como los patrones de desarrollo económico y cooperación internacional. Si se gestiona adecuadamente, puede contribuir a construir una arquitectura global más equitativa, resiliente y adaptada a las complejidades del siglo XXI.

 

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Por Instituto IDHUS

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