Cambio medioambiental y terrorismo: cómo el cambio climático alimenta el yihadismo en África

Cambio medioambiental y terrorismo: cómo el cambio climático alimenta el yihadismo en África

Las sequías, cada vez más frecuentes y graves, sobre todo en regiones como el Sahel y el Cuerno de África, están diezmando la productividad agrícola y la disponibilidad de agua.


Modern Diplomacy

El cambiante paisaje medioambiental de África, caracterizado por graves sequías, escasez de recursos y desplazamientos generalizados, se ha convertido en un factor crítico que influye en las estrategias y operaciones de las organizaciones terroristas de todo el continente. Estas condiciones cambiantes crean vulnerabilidades que los grupos terroristas explotan para reclutar y obtener ventajas tácticas, lo que agrava la inestabilidad y perpetúa los ciclos de violencia en las regiones afectadas.

Organizaciones terroristas como Boko Haram, Al-Shabaab y las filiales del ISIS se han atrincherado en diversas regiones de África, aprovechando cada una de ellas los agravios locales y los problemas medioambientales para ampliar su influencia. Boko Haram, activo sobre todo en Nigeria, Chad, Níger y Camerún, aprovecha las dificultades económicas y los conflictos por los recursos exacerbados por la degradación medioambiental. Al-Shabaab, que opera principalmente en Somalia y partes de Kenia, aprovecha los desplazamientos provocados por la sequía y la inseguridad alimentaria para reclutar combatientes y extorsionar a las comunidades. Mientras tanto, las filiales del ISIS, como el Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS), prosperan en el frágil entorno del Sahel, utilizando rutas de contrabando y espacios no gobernados para llevar a cabo operaciones y desestabilizar gobiernos.

Ruina medioambiental y desesperación económica: El nexo que alimenta el reclutamiento terrorista en el Sahel

Las sequías, cada vez más frecuentes y graves, especialmente en regiones como el Sahel y el Cuerno de África, están diezmando la productividad agrícola y la disponibilidad de agua. El Sahel está experimentando uno de los índices de desertificación más rápidos del mundo, con el 80% de la tierra degradada y un descenso del 40% en las precipitaciones anuales desde la década de 1970. La degradación medioambiental, agravada por sequías prolongadas, ha reducido drásticamente el rendimiento agrícola. Por ejemplo, en Níger, la productividad agrícola ha descendido más de un 20% en los últimos 20 años debido a la erosión del suelo y la reducción de las precipitaciones.

Esta escasez alimenta la competencia por unos recursos cada vez más escasos, lo que provoca conflictos entre comunidades. Este escenario ofrece una oportunidad para que grupos terroristas como Boko Haram y Al-Shabaab exploten estas tensiones, ofreciendo protección o recursos para ganarse la lealtad de las comunidades desesperadas, ampliando así su influencia.

A medida que los medios de subsistencia se derrumban debido a la degradación medioambiental, muchas personas, especialmente los hombres jóvenes, se encuentran con escasas oportunidades económicas. Por ejemplo, el desempleo en la región del Sahel, especialmente entre los jóvenes, es alarmantemente alto, con tasas superiores al 30% en algunas zonas. Las organizaciones terroristas aprovechan esta desesperación ofreciendo incentivos económicos, alimentos y un sentido de propósito, lo que facilita el reclutamiento de individuos que, de otro modo, podrían resistirse a involucrarse en la violencia.

Esta desesperación económica es un factor significativo en el reclutamiento, ya que los grupos terroristas aprovechan esta desesperación ofreciendo incentivos financieros, alimentos y un sentido de propósito, lo que facilita el reclutamiento de individuos que de otro modo podrían resistirse a involucrarse en la violencia. Esta tendencia ha sido marcada por un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2023, en el que se destacaba que el 40% de los reclutas de grupos extremistas en África citaban razones económicas, como el desempleo y la pobreza, como motivación principal para unirse a ellos.

¿Cómo la migración inducida por el clima alimenta el reclutamiento terrorista en África?

Los desastres medioambientales provocados por el cambio climático han desplazado a millones de personas en toda África. En Somalia, por ejemplo, más de 2,9 millones de personas son desplazados internos debido a una combinación de conflicto y estrés medioambiental, lo que les hace vulnerables al reclutamiento por parte de Al-Shabaab.

Estos desplazados internos se encuentran a menudo en campos con escasos recursos y superpoblados, que se convierten en terreno abonado para el reclutamiento terrorista. En la cuenca del lago Chad, se sabe que Boko Haram recluta a jóvenes en estos campos de desplazados internos, aprovechándose de su vulnerabilidad, ofreciéndoles seguridad, alimentos o incluso la promesa de una vuelta a la normalidad a cambio de lealtad.

El desplazamiento también altera las estructuras sociales tradicionales y las redes de apoyo comunitario, dejando a las personas aisladas y más susceptibles a la radicalización. Sin la influencia estabilizadora de sus comunidades de origen, los desplazados se radicalizan más fácilmente, sobre todo cuando son objetivo de reclutadores carismáticos. Un estudio realizado por el International Crisis Group en 2022 reveló que las poblaciones desplazadas en zonas de conflicto, especialmente en Nigeria y el Sahel, tienen hasta tres veces más probabilidades de ser objeto de reclutamiento por parte de organizaciones terroristas que las poblaciones no desplazadas.

Consecuencias para la estabilidad y la seguridad regionales

La incapacidad de los Estados para responder eficazmente a las crisis medioambientales a menudo conduce a una disminución de la autoridad en las regiones afectadas. En Malí, por ejemplo, hasta el 50% del territorio del país está efectivamente fuera del control del gobierno, en gran parte debido a la influencia de grupos terroristas que explotan las tensiones medioambientales y la debilidad del Estado. Estos grupos llenan el vacío de poder, presentándose como autoridades alternativas capaces de satisfacer las necesidades básicas, socavando aún más la legitimidad del Estado y complicando los esfuerzos antiterroristas.

La interacción entre los factores de estrés medioambiental y el terrorismo también puede prolongar los conflictos, ya que la escasez de recursos y los desplazamientos crean condiciones que perpetúan la violencia. Las condiciones medioambientales del Sahel han dado origen a 41 grupos armados no estatales (GNAE) sólo en Malí.

Esta proliferación de grupos armados hace cada vez más difícil que los gobiernos y las organizaciones internacionales logren una paz duradera, ya que las causas profundas de la inestabilidad se ven continuamente reforzadas por la degradación medioambiental.

Abordar el nexo: Enfoque integrado para la estabilidad

Abordar el nexo entre los cambios medioambientales y el terrorismo requiere enfoques integrados que combinen la gestión medioambiental con estrategias de seguridad. Un área crítica es la inversión en prácticas agrícolas sostenibles, la mejora de la gestión del agua y el aumento de la resistencia al cambio climático junto con las medidas antiterroristas tradicionales. Por ejemplo, la iniciativa de la Gran Muralla Verde pretende restaurar 100 millones de hectáreas de tierras degradadas en todo el Sahel para 2030, abordando directamente algunos de los factores medioambientales que impulsan los conflictos.

También es esencial reforzar la resiliencia de las comunidades mediante la gobernanza local, el apoyo económico y la cohesión social. Capacitar a las comunidades para adaptarse a los cambios medioambientales puede reducir las posibilidades de reclutamiento de las organizaciones terroristas y las ventajas operativas que estos grupos obtienen de las crisis medioambientales.

Además, integrar las consideraciones medioambientales en las estrategias antiterroristas es crucial para el éxito a largo plazo. Los gobiernos y las organizaciones internacionales deben reconocer que la degradación medioambiental no es un mero telón de fondo de los problemas de seguridad de África, sino un factor central que configura las estrategias de reclutamiento y las tácticas operativas de las organizaciones terroristas. Si se abordan las dimensiones medioambiental y de seguridad de forma holística, los esfuerzos para combatir el terrorismo pueden ser más sostenibles y eficaces.

Conclusión

En conclusión, los retos medioambientales de África, marcados por la degradación, la escasez de recursos y los desplazamientos, están cada vez más vinculados a cuestiones de seguridad, y las organizaciones terroristas explotan estas vulnerabilidades para su reclutamiento y expansión. Abordar este problema requiere un enfoque holístico que integre la gestión medioambiental con las estrategias de seguridad. La inversión en agricultura sostenible, la mejora de la gestión del agua y el fortalecimiento de la resiliencia de las comunidades son fundamentales para abordar las causas profundas de la inestabilidad. Alineando los esfuerzos medioambientales y de seguridad, África puede mejorar su resistencia frente a ambas amenazas, promoviendo una paz y una estabilidad duraderas en todo el continente.