Guerra en Sudán: ¿por qué tanta indiferencia?

Guerra en Sudán: ¿por qué tanta indiferencia?

Laminado por los combates, las atrocidades y el hambre, Sudán vive un descenso a los infiernos, sellado por la injerencia de países extranjeros en un momento en que se celebran negociaciones en Ginebra. El estancamiento que se vive a puerta cerrada ha relegado a Sudán a la categoría de conflicto «olvidado».

Vanessa Dougnac
La-Croix

Si esto fuera una película, su guión sería denostado por haber utilizado todos los recursos dramáticos en exceso. Saqueos, violaciones, ejecuciones y bombardeos… A las atrocidades de una guerra sucia se unen familias obligadas a vagar, legiones de niños que lloran de hambre y una epidemia de cólera, bajo lluvias que caen como un diluvio.

Sin embargo, ésta es la realidad de Sudán tras 17 meses de guerra. Estados Unidos calcula que el conflicto ha matado a más de 150.000 civiles. Según la Organización Internacional para las Migraciones, once millones de personas están desplazadas en el país, y estos desplazamientos aumentan como consecuencia de las inundaciones y la hambruna. El hambre corroe a 25 millones de sudaneses, más de la mitad de la población, mientras la ayuda humanitaria se ve obstaculizada por los ejércitos rivales. Para Naciones Unidas, se trata de «una de las peores crisis humanitarias» de nuestro tiempo.
Ante la indiferencia internacional, las organizaciones humanitarias piden ayuda y acción para «volver a encarrilar » a Sudán. «La comunidad internacional debe movilizarse », imploraba este mes UNICEF, argumentando que « no hay excusa ».

En Francia, rara vez se plantea el tema. Sudán no forma parte de nuestra geografía política y se cubre más en los medios de comunicación árabes y anglosajones», afirma Thierry Vircoulon, investigador asociado del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI). Los trabajadores humanitarios y los periodistas tienen poco acceso, Sudán es enorme y los combates se desarrollan en varios frentes. Es extremadamente difícil informar sobre la situación».

Combate fratricida

La génesis de esta guerra es una lucha fratricida entre el general Abdel Fattah Al-Burhan, jefe del ejército regular, y el general Mohammed Hamdan Daglo, alias Hemetti, jefe de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FPR). El primero cuenta con el apoyo de antiguos miembros del régimen islamista y de la élite de Jartum, mientras que el segundo procede de las milicias árabes Janjawid, implicadas en el genocidio de Darfur hace unos veinte años.
Juntos, los dos generales derrocaron, en 2021, al gobierno democrático de transición instaurado tras la caída de la dictadura islamista de Omar Al-Bachir. Pero sus ambiciones les enfrentaron y les llevaron a la guerra el 15 de abril de 2023. En una espiral mortal, su rivalidad ha provocado el alzamiento en armas de milicias locales, conflictos locales y tensiones étnicas.

Durante los primeros enfrentamientos, las grandes potencias no se dieron cuenta de la gravedad de la situación. Nadie imaginaba que esta guerra iba a durar», afirma Roland Marchal, sociólogo e investigador del CNRS. Para el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, África nunca ha sido una prioridad. Las reacciones diplomáticas de Estados Unidos oscilaron entonces entre instrucciones divergentes, mientras que los europeos, divididos y siguiendo su ejemplo, permanecieron en un segundo plano. Desde el principio, por tanto, la respuesta occidental a Sudán ha sido limitada, a lo que se ha sumado el silencio de China, el mayor socio comercial de Sudán, y de Rusia».

La influencia de los actores regionales

Es en esta brecha donde se está introduciendo otro tipo de intervención. Las ambiciones de los dos generales enemigos se ven cimentadas por el apoyo de los actores regionales, atraídos por el interés estratégico de un país situado entre el Sahel y el Mar Rojo. Todo se ha complicado por las rivalidades entre las naciones de la Península Arábiga», prosigue el experto. Al proporcionar recursos adicionales, y sin exponerse a ninguna sanción, estas naciones han permitido que la guerra continúe. Su retórica y sus llamamientos a la desescalada no han reflejado la realidad sobre el terreno, lo que ha dificultado aún más la definición del conflicto y ha retrasado cualquier solución. Y retrasado cualquier solución».
Mientras que Egipto, Arabia Saudí, Turquía, Rusia y, más recientemente, Irán apoyan al ejército gubernamental, el general Hemetti ha recibido el apoyo decisivo de Emiratos Árabes Unidos, al tiempo que ha forjado vínculos con Rusia a través del contrabando de oro y el grupo Wagner.

« Con la implicación de rusos e iraníes junto al ejército regular, se perfila una alianza que podría reflejar las líneas divisorias internacionales y complicar aún más las cosas », explica Roland Marchal. Rusia, por su parte, codicia una base naval en Port Sudan, en el Mar Rojo, lo que inquieta al bloque occidental. De momento, el embrollo de las coaliciones rivales es un obstáculo para poner fin a la guerra. «Ambos bandos seguirán luchando mientras dispongan de los medios para hacerlo, gracias a sus aliados», afirma Thierry Vircoulon.

Comercio de armas

Para alimentar los combates, el comercio de armas es el rey. « El conflicto se alimenta de un flujo constante de armas », advierte Amnistía Internacional. Entregadas a Sudán, sobre todo en Darfur, a pesar del embargo, las armas proceden de China, Rusia, Serbia, Turquía, Emiratos Árabes Unidos y Yemen.

Ante el creciente caos, se están realizando intentos de mediación. Desde el 14 de agosto se celebran negociaciones en Ginebra por iniciativa de Estados Unidos. Pero el general Al-Burhan, jefe del ejército, se ha negado a sentarse frente a su enemigo. No obstante, ha autorizado la apertura del puesto fronterizo chadiano de Adré, y 15 camiones acaban de cruzarlo para llevar ayuda humanitaria a Darfur.
Los combates continúan en el polvorín sudanés, cuyas ondas expansivas alimentan la inestabilidad regional. Según Thierry Virculon, « se está librando una lucha a muerte por el poder ». Y está poniendo en jaque a Sudán.