África Occidental y la violencia contra la población civil

África Occidental y la violencia contra la población civil

 Matt Fleugel-Carew
Director de Programas de ACLED
ACLED

Los atentados perpetrados por militantes afines a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), en particular el Batallón Al Mourabitoun, en Burkina Faso, Costa de Marfil y Malí han acaparado los titulares internacionales en los últimos meses debido a su elevado número de víctimas mortales y a que iban dirigidos contra extranjeros. El atentado contra el Hotel Splendid/Cappuccino Café, en el que murieron al menos 30 personas en la capital de Burkina Faso, Uagadugú, en enero (Wall Street Journal, 17 de enero de 2016), y el atentado contra un popular balneario en el que murieron al menos 16 personas en la ciudad marfileña de Grand Bassam en marzo (Guardian, 13 de marzo de 2016) son especialmente notables, ya que se produjeron en países en los que estos grupos no habían ejercido antes la violencia a gran escala. Esto contrasta con Mali, que ha visto muchos casos de violencia contra civiles perpetrados por militantes en sus provincias septentrionales.

Entre ellos se incluyen un ataque a un club nocturno frecuentado por extranjeros en la capital, Bamako, en marzo de 2015, y el asalto en noviembre al hotel Radisson Blu de Bamako, en el que murieron 19 personas (VOA, 23 de noviembre de 2015). Si se tienen en cuenta las víctimas mortales entre los autores, los tres atentados de Burkina Faso, Costa de Marfil y Mali son aún más notables, dado que constituyen los sucesos más mortíferos registrados por ACLED en estos países desde principios de 2015 (véase el gráfico 1).

En total, Burkina Faso y Costa de Marfil registraron menos de 10 víctimas mortales de la violencia contra civiles en 2015. Por otro lado, Mali -que todavía está lidiando con las secuelas de su guerra civil de 2012 y el aumento asociado de la militancia en el país- tuvo 68 víctimas mortales, excluyendo las 19 del ataque al Radisson Blu (ver Figura 1). Centrándonos específicamente en Burkina Faso y Costa de Marfil, los patrones de violencia ofrecen dos conclusiones importantes: en primer lugar, los atentados de este tipo son extraordinarios en estos países y han suscitado preocupación sobre la capacidad de los servicios de seguridad para hacerles frente en el futuro (Independent, 23 de noviembre de 2015).

En segundo lugar, el éxito de estos atentados probablemente envalentonará a los militantes en general, y a AQMI en particular, para planear nuevos atentados en el futuro. Mali ha experimentado niveles más altos de violencia contra civiles en relación con los otros países examinados en este informe, pero incluso en su contexto post-conflicto, sólo se produjo otro suceso de violencia contra civiles de alta letalidad (es decir, al menos 10 muertes), y está relacionado con el conflicto intercomunal. Los tres atentados perpetrados en Burkina Faso, Costa de Marfil y Malí han supuesto que AQMI, con la ayuda del Batallón Al Mourabitoun, se haya consolidado como el grupo militante más mortífero en términos de víctimas civiles en África Occidental, al margen de Boko Haram (véase el gráfico 2).

El hecho de que AQMI haya sido capaz de perpetrar estos atentados fuera de su zona tradicional de operaciones también debería poner de relieve la amenaza potencial de futuros atentados en toda la región. AQMI ha demostrado que ahora se siente cómoda atacando fuera de las regiones transaharianas del Sahel y el Magreb, que son las principales zonas de actuación del grupo en el pasado. También puede considerarse que la expansión geográfica de los atentados tiene un impacto demostrativo en los rivales de AQMI, como el Estado Islámico (EI) y Boko Haram (que ha jurado lealtad al EI), así como en posibles reclutas (AllAfrica, 4 de febrero de 2016), ya que el grupo demuestra que es capaz de atacar objetivos que antes se consideraban fuera del alcance de los grupos militantes.

Aunque se producen en un contexto diferente, puede decirse que estos atentados de África Occidental son paralelos a los perpetrados en los últimos meses en París y Bélgica, en los que el EI ha demostrado su capacidad para coordinar atentados internacionales. Las justificaciones dadas tanto por el EI como por AQMI son paralelas, ya que ambos afirman que sus atentados iban dirigidos contra los franceses debido a sus respectivas acciones militares contra los grupos, refiriéndose el EI a Siria (Vox, 14 de noviembre de 2015) y AQMI a los despliegues franceses en África Occidental en el marco de la Operación Serval (Quartz Africa, 16 de marzo de 2016).

Al igual que en Europa se teme que el EI pueda atacar en otros lugares tras los atentados de Bruselas, otros países de África Occidental se sienten igualmente amenazados tras los atentados de Bamako, Grand Bassam y Uagadugú. Países como Senegal y Mauritania se sienten vulnerables a futuros atentados (Mail & Guardian, 14 de febrero de 2016) y han respondido a las amenazas en consecuencia. En Senegal, por ejemplo, se informó de la detención de más de 500 personas en el marco de una ofensiva «terrorista» en enero (Telegraph, 27 de enero de 2016). Ese mismo mes, presuntos activistas de AQMI de nacionalidad guineana fueron detenidos en Guinea cuando viajaban con un fugitivo mauritano y miembro de alto rango de AQMI buscado en relación con un complot para asesinar al presidente mauritano en 2011 (Reuters, 21 de enero de 2016).

Durante muchos años se ha reconocido que la posibilidad de que las redes de militantes consigan dar el salto desde las tierras fronterizas saharianas de África Occidental hasta sus costas meridionales y occidentales constituye una grave amenaza para la seguridad regional (Al Jazeera, 24 de junio de 2013). Pero una vez constatada la realidad, la cuestión de disponer de la capacidad necesaria para hacer frente a esta amenaza se convertirá ahora en una prioridad clave.