Bajo la tutela de la comunidad internacional, ¿podrá Mali liberarse algún día?

Bajo la tutela de la comunidad internacional, ¿podrá Mali liberarse algún día?

Ahmed M. Thiam

En 2012, los malienses descubrieron el horror del narcoterrorismo y el colapso total del aparato estatal mediante, según se dijo, el golpe de Estado más estúpido de la historia. En retrospectiva, los observadores informados se darán cuenta de que el golpe del 22 de marzo de 2012, aunque inesperado, distaba mucho de ser inofensivo. El horror continuó desde esa sombría fecha hasta la intervención salvadora de Serval a principios de enero de 2013. Pero el daño ya estaba hecho. Hoy, aunque Mali está recuperando sus colores, sigue siendo no menos inestable, en cierto modo a merced de los salvadores franceses que obligan a los malienses a «reconocer» la rebelión árabe-tuareg. El país también está amenazado por los siempre presentes grupos terroristas.

Muchos malienses se indignaron cuando el presidente Ibrahim Boubacar Keita fue a recibir al flamante presidente francés, Emmanuel Macron, a Gao el viernes 19 de mayo de 2017. Muchos consideraron la visita como una afrenta sin parangón a Malí, Estado soberano e independiente, mientras que otros acusaron a las autoridades de falta de dignidad y carácter. Cómo es posible que IBK, a menudo conocido por sus arrebatos de soberbia, se haya rebajado al nivel de un niño», clamaron muchos compatriotas. La sede del poder es Bamako. Macron debería haber pasado por allí antes de ir a Gao», añadieron otros.

¿Y si, por una vez, intentáramos dejar a un lado la pasión para ver la situación tal y como es? Durante su campaña, Macron prometió que su primera visita fuera de Europa sería a Gao para visitar allí a las tropas francesas. El propio presidente IBK, a riesgo de ofender el ego de una Francia que hizo numerosos sacrificios humanos y materiales para frenar el avance de los terroristas hacia el Estado libre que quedaba en el país en enero de 2013, estaba deseando hacer el viaje para recibirle, de presidente a presidente. Y aquí es donde cobran sentido las palabras del general De Gaulle: «Los Estados no tienen amigos, solo tienen intereses».

Un Estado no puede permitirse tener el corazón más grande que la cabeza, a riesgo de hacer mucho daño a su pueblo. Hay que reconocer que, tal y como están las cosas, Malí no puede garantizar por sí solo la integridad de su territorio. La presencia de las fuerzas barkhane francesas es de vital importancia para el país. Pero ¡ojo! No se trata de decir que Francia está presente en el territorio nacional en beneficio de los malienses. ¡Por supuesto que no! Pero ya es hora de que maduremos nosotros, los viejos. La humillación ya estaba ahí, mucho antes de la visita de Macron, cuando, en gran parte por culpa de las autoridades de turno, el aparato del Estado se derrumbó como un castillo de arena. Términos como soberanía e independencia no tienen sentido cuando son fuerzas extranjeras las que proporcionan la mayor parte de la seguridad en el norte de Malí. A menudo nos gusta recordar que Malí es una antigua civilización impregnada de los valores de integridad, patriotismo y sacrificio por el bien de la nación.

Y al mismo tiempo, la élite maliense está más interesada en saciarse cuando llega al poder que en trabajar para construir la nación. Peor aún, las clases bajas se limitan a soportarlo, ¡diciendo que es normal! ¿Dónde estaban todos estos bellos valores en los años previos a la crisis multidimensional de 2012, cuando, entre otras cosas, la mayor parte del reclutamiento para el Ejército y otras fuerzas de seguridad se llevó a cabo bajo el prisma de una concepción totalmente distorsionada de lo social? ¿Dónde estaban esas bellas virtudes cuando, durante casi un año, nuestros compatriotas del norte sufrían los horrores del terrorismo, mientras otros se lo tomaban con calma en el sur, sin dignarse a reconocer nuestra impotencia de entonces?

A casi 60 años de la independencia, ha llegado la hora de la madurez. Demasiado falso orgullo ignorando, casi inconscientemente, los inmensos desafíos del momento no es la manera de comportarse en un mundo cada vez más presa de una feroz competencia en materia de desarrollo socioeconómico.

En cuanto a Francia, permanecerá en Malí mientras sus intereses se vean amenazados. El uranio de Níger, que proporciona electricidad a una gran parte de los hogares franceses, no está lejos. Además, la aparición de un santuario terrorista no lejos de sus costas supone una amenaza para Francia. A ello se añaden las noticias, cada vez más incesantes, sobre el descubrimiento de una serie de minerales de incalculable valor que el Elíseo desea explotar. Explotarlos sería una forma de recompensarse por la guerra librada contra los terroristas en Malí y más allá en el Sahel. Se dice que Francia utiliza la amenaza terrorista como coartada para legitimar su presencia militar en el norte de Malí tras el descubrimiento de grandes yacimientos de petróleo, uranio y hierro en la cuenca de Taoudéni. Si hay que verificar la idea, puede que haya algo de verdad en ella.

En resumen, Malí tendrá que liberarse absolutamente de toda tutela internacional y hacer frente, como Estado soberano e independiente, a la amenaza terrorista, a las incesantes rebeliones y a los demás desafíos urgentes del momento. Pero esa emancipación tan imprescindible es, ante todo, una cuestión de mentalidad. Una mentalidad de eterno asistencialismo que impide al país avanzar.