Se unen para sobrevivir ante la apisonadora Daech
Ahmed M. Thiam
«Nosrat al-Islam Wal Mouslimine» en francés «Groupe de soutien à l’islam et aux musulmans» es el nombre de la nueva coalición terrorista armada formada por Al-Qaeda en el Magreb Islámico, Ansar Eddine, Al-Mourabitoune y la katiba Macina, dirigida por Iyad Ag Ghaly. La información fue facilitada en un vídeo difundido el jueves 2 de marzo de 2017 por la agencia mauritana de noticias Al Akhbar en el que se podía ver a Iyad Ag Ghaly en el centro, rodeado de otros cuatro líderes terroristas. Ahora está claro que los grupos islamistas armados buscan un nuevo impulso. Han optado por cambiar de estrategia y adoptar un plan de comunicación internacional.
Lo que llamará la atención de todos es la presencia de dos malienses en el vídeo. Iyad Ag Ghaly, antiguo jefe de Ansar Dine y ahora jefe de Nosrat al-Islam Wal Mouslimine, y Amadou Koufa, fiel lugarteniente del primero y muy activo en el centro y el sur de Malí. Los otros tres cabecillas terroristas son los líderes de Al-Mourabitoune, Elhacen Al-Ansari, Yahya Abou El Hamame y Abou Abderrahmane Assanhaj (o Al-Sanhadji), según los especialistas.
Sin embargo, la mano invisible del argelino AbdelMalek Droukdel, el todopoderoso líder de AQMI, sigue presente. Fue él quien, pocos días antes de que el norte de Malí cayera bajo el yugo del terrorismo, dio instrucciones a Iyad Ag Ghaly para que formara una fuerza militar capaz de derrocar al ejército maliense con vistas a instaurar la sharia. Persona non grata en su país de origen, Droukdel ya no podía realizar su sueño de una Argelia sometida a su causa terrorista, por lo que dirigió su atención hacia el Sahel y Malí en particular. Todo ello con la complacencia de Argelia, que, traumatizada por sus años de derramamiento de sangre, no quiere hacer la guerra fuera de su territorio por miedo a provocar el regreso de los viejos demonios del pasado que aún le persiguen. Esta unión de grupos terroristas en el Sahel debe analizarse desde dos ángulos.
En primer lugar, desde un punto de vista estratégico, se trata de que los emires se unan y pongan en común sus fuerzas para hacer frente a su enemigo común, Daech. Desde la operación Serval, la cadena de mando terrorista ha quedado considerablemente destruida, por no hablar del descubrimiento de varios alijos de armas, sobre todo en el norte de Malí. Además, un centenar de terroristas han sido neutralizados, entre ellos el famoso y temible Abu Zeid.
En segundo lugar, en términos de comunicación, era bien sabido que los grupos armados del Sahel operaban bajo la bandera de Al Qaeda. Al formalizar su lealtad al movimiento de Osama bin Laden, Iyad Ag Ghaly y su banda están enviando un claro mensaje al grupo terrorista Estado Islámico, más conocido como Daech, de que el Sahel es su coto, el de Al Qaeda. Así, están prohibiendo a Daech que se aventure en su territorio, dejando a un lado su rivalidad visceral y sus egos sobreinflados, y diciendo que aunque AQMI estuviera perdiendo terreno en el Sahel, no debía ser ignorado.
Con la creación de «Nosrat al-Islam Wal Mouslimine», está claro que los grupos terroristas se han convertido en maestros del arte de la furtividad, sabiendo absolutamente cómo desaparecer de todos los radares antes de golpear sangrientamente. El atentado suicida perpetrado en el MOC de Gao el 18 de enero de 2017, en el que murieron más de 80 personas, es una prueba más de que este movimiento está lejos de haber terminado. Es más, el vasto y escasamente poblado terreno del Sahel sigue siendo un santuario para que estos terroristas se reagrupen y planeen atentados cada vez más mortíferos. Las fuerzas armadas de los países del Sahel deben permanecer siempre alerta, si es posible redoblando sus recursos de inteligencia y armándose aún más.