Casi 8.000 migrantes habrían transitado por Gao y Benena desde el pasado mes de julio

Casi 8.000 migrantes habrían transitado por Gao y Benena desde el pasado mes de julio

Laurence Caramel

Mali es atravesado por tres rutas utilizadas por los migrantes. Dada su posición en África Occidental, Mali no es solo un lugar de origen, sino también de tránsito para los movimientos migratorios hacia Europa. La OIM ha registrado una media de 125 migrantes al día en las rutas que atraviesan Mali. Todos proceden de países de la subregión, principalmente de Guinea Conakry.

Según la Organización Internacional para las Migraciones, del 1 de julio al 30 de septiembre de 2016, cerca de 8.000 migrantes, es decir, 125 migrantes al día, pasaron por Gao y Benena. Más de un tercio de estos migrantes partieron con la intención de llegar a Europa, más concretamente a España e Italia. Además, el 97% de estos migrantes eran hombres y el 6% menores de edad. Además, el 40% de estos migrantes eran nacionales de Guinea, frente al 22% de Malí. A ellos hay que añadir el 15% de Senegal, el 12% de Gambia y el 3% de Costa de Marfil. La OIM señala, no obstante, que en 2015 los migrantes procedentes de África Occidental y Central solo representaron el 6% del total de migrantes que llegaron a Europa a través del Mediterráneo. Sin embargo, el África subsahariana es una región con una tasa de mortalidad muy elevada en el Mediterráneo. En 2015, la región registró 1.218 muertes, entre ellas 376 malienses. Además de las rutas de Gao y Benena, se informa de que una tercera ruta Kayes-Gogui-Tombuctú es cada vez más utilizada por los migrantes. La OIM y sus socios están estableciendo mecanismos para registrar a los migrantes en esta ruta.

SAHEL: Cuatro motivos de preocupación y dudas sobre la ayuda al desarrollo

La presión demográfica, la sobrecarga de los sistemas educativos, la degradación del medio ambiente y la inseguridad hipotecan el futuro de los países de la región.

Al principio, había ganas de atreverse a defender con optimismo el futuro del Sahel, de rechazar la idea de que no se puede hacer nada y de que existe una alternativa a la emigración para estas poblaciones.

Al final, nada da realmente pie a la esperanza. El trabajo realizado por iniciativa de la Fondation pour les études et recherches sur le développement international (Ferdi) y recogido en el libro Allier sécurité et développement, plaidoyer pour le Sahel se basa en los estudios más recientes sobre la región, iluminados por los testimonios de observadores experimentados. El resultado es una larga lista de problemas destinados a agravarse, más que de soluciones que podríamos esperar que se apliquen mañana después de haber sido aplazadas durante tanto tiempo.

Recuperada la libertad de expresión, fueron dos antiguos funcionarios, Jean-Michel Severino, antiguo Director de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD), y Michel Reveyrand de Menthon, antiguo Enviado Especial de la Unión Europea para el Sahel, quienes emitieron el veredicto más crudo sobre el papel desempeñado por la ayuda oficial al desarrollo en estos países, durante un debate organizado el 2 de octubre en la Maison de la Chimie de París.

Hemos perdido colectivamente el contacto con la realidad sobre el terreno», admitió el primero, ahora al frente del fondo de inversión Investisseurs & Partenaires. La ayuda per cápita es una de las más elevadas del mundo. Puede representar hasta el 90% de la inversión pública, pero no despega». En otras palabras, no consigue poner en marcha los procesos de desarrollo para los que se le ha encomendado.

La valoración del segundo, que se ha convertido en asesor del Presidente de Orange en temas internacionales, es igual de preocupante: «Hay un verdadero problema con la ayuda internacional. Todo el mundo envía a sus expertos, hace sus evaluaciones… Durante cuarenta años se han gastado miles de millones, con escasos resultados».

En este inmenso territorio de 3 millones de kilómetros cuadrados, donde a la pobreza se une ahora la inseguridad ligada a los conflictos comunales, el tráfico ilícito de bienes y personas y la presencia de grupos yihadistas, la ayuda internacional ha pasado por alto, en cualquier caso, las cuatro cuestiones que impiden creer en un futuro prometedor para el Sahel.

La política demográfica, el desarrollo agrícola y la educación han seguido siendo los primos pobres de la intervención internacional. En cuanto a las operaciones de seguridad, según los expertos, han tenido la culpa de concentrarse en los movimientos considerados más peligrosos «desde fuera» -en este caso los movimientos yihadistas- y de descuidar la delincuencia cotidiana que más sufren las poblaciones.

Una demografía fuera de control

De aquí a finales de siglo, un tercio del crecimiento demográfico mundial procederá de los países del Sahel: Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania, Níger y Senegal. Esta cifra, recordada por el demógrafo Michel Garenne, da una idea de la sacudida que tendrán que absorber estos países, que siguen ocupando los últimos puestos del índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas. En el espacio de un siglo, la población del Sahel habrá pasado de 55 a 540 millones de habitantes.

Níger, que ostenta el récord mundial de fecundidad con 7,5 hijos por mujer, ha visto aumentar su población de 3 millones en el momento de su independencia en 1960 a 20 millones en la actualidad. Según las proyecciones de Naciones Unidas, esta cifra se duplicará en los próximos veinte años y se triplicará en 2050. Esta situación ha llevado a Serge Michailof, investigador asociado del Institut des relations internationales et stratégiques (IRIS) y autor del aclamado Africanistan (publicado por Fayard en 2015), a hablar de «impasse demográfico».

El corolario de esta natalidad galopante es la extrema juventud de estas poblaciones, con necesidades de educación y empleo que ya no están cubiertas. «Estos jóvenes se incorporan a la vida adulta con un sentimiento de exclusión de la vida económica y social. (…) Esta dinámica demográfica hace prever un aumento de las migraciones», concluye Michel Garenne.

Espacios naturales bajo presión

En las zonas rurales del Sahel, donde vive la mayoría de la población, los sistemas agrícolas están sometidos a una presión cada vez mayor como consecuencia del crecimiento demográfico. Desde los años sesenta, el consumo de tierras ha aumentado un 76% y, en las zonas más fértiles, la densidad de población está alcanzando niveles considerados insostenibles por los agrónomos. Para preservar el capital natural, aún más debilitado por el cambio climático, estiman en 40 la densidad máxima de población. Hoy, sin embargo, supera a veces los 140.

Aunque la agricultura ha recuperado el favor de los donantes, las inversiones siguen siendo muy insuficientes para aumentar la productividad y convencer a los jóvenes de que se queden en las zonas rurales, donde la vida es dura y no hay forma de salir de la pobreza. Las elevadas tasas de crecimiento económico de los años 2000 no han beneficiado al campo, y las desigualdades se han acentuado con las capitales.

Las reducciones de los derechos de aduana orquestadas en el marco de las negociaciones comerciales internacionales siguen otorgando a menudo a los productos importados una prima sobre los productos locales. En palabras de Adeline Lescanne-Gautier, Directora General de Nutriset, empresa especializada en la fabricación de productos contra la desnutrición, citada en el informe Ferdi, «en Níger es más rentable importar este tipo de productos de Francia que fabricarlos localmente».

Escuelas que fracasan

Desbordadas por el creciente flujo de nuevos alumnos -casi el 50% de la población tiene menos de 14 años-, las escuelas públicas, sin recursos, están dejando paso por doquier a las escuelas coránicas. También en este caso, los expertos de Ferdi señalan con el dedo acusador a la ayuda al desarrollo, para la que la educación es la prioridad más baja, pues sólo ha recibido el 2% de los fondos en los últimos quince años.
«Habida cuenta del crecimiento demográfico, el único objetivo de mantener [la tasa de escolarización] al nivel actual implica un esfuerzo gigantesco, fuera del alcance de los presupuestos africanos por sí solos». Muy mal pagados, a menudo ausentes, y para algunos próximos al analfabetismo: éste es el retrato que los investigadores pintan de estos profesores, que se supone deben utilizar sus conocimientos para actuar como baluarte contra la penetración del islam radical.

Estados ausentes e inseguridad creciente

«No son los atentados yihadistas lo que más preocupa a la gente, sino el bandidaje que se desarrolla en los pueblos», declaró el 2 de octubre en París TertiusZongo, ex Primer Ministro de Burkina Faso (2007-2011). Su homólogo de Malí, Younoussi Touré, hizo la misma observación, relatando el miedo que sienten en su región, cercana a Tombuctú, los cortadores de carreteras, los cuatreros y los saqueadores.

Los donantes internacionales gastaron 1.500 millones de dólares en 2014 (de los cuales 653 millones corrieron a cargo de Francia) para financiar operaciones militares. Pero, señalan unánimemente los observadores, los «costosos dispositivos internacionales de seguridad (…) son incapaces de garantizar la seguridad y la justicia de la población en el día a día, ni de luchar contra el considerable aumento del tráfico en la región».

En algunas zonas, la inseguridad es tan grave que resulta imposible concebir proyectos de desarrollo. Es una especie de círculo vicioso que está empujando a regiones enteras a lo que los expertos llaman «trampas de conflicto», igual que antes se llamaban «trampas de pobreza».

En los últimos quince años, la ayuda a los países del Sahel ha ascendido a casi 44.000 millones de dólares (40.000 millones de euros). Estados Unidos se ha convertido en el principal donante de la región, por delante de Francia. Se han adoptado varios planes, como el Plan Europeo para el Sahel en 2011, la Iniciativa Sahel del Banco Mundial en 2013 y, más recientemente, el Fondo Fiduciario de Emergencia para África, cuyo objetivo es «abordar las causas profundas de la migración».

No todos los países están en el mismo barco. En Mali, la ayuda per cápita ha pasado de 26 a 72 dólares, pero en Níger, tras fluctuar salvajemente, es ahora la misma que en 1990, 48 dólares. Por otra parte, todos sufren la misma «burocracia de la ayuda» – procedimientos engorrosos, múltiples condicionalidades, recurso a expertos extranjeros, falta de armonización entre donantes – que acapara los escasos recursos humanos de las administraciones locales y perpetúa la imagen de «Estados incapaces».

«Si no mantenemos la esperanza en el Sahel, no llegaremos a ninguna parte», exhortó TertiusZongo, ahora asesor del Banco Africano de Desarrollo. Para ello, la ayuda internacional no ha demostrado ser necesariamente la palanca adecuada.