Terrorismo: el Sahel se enfrenta a la amenaza

Terrorismo: el Sahel se enfrenta a la amenaza

Ouestafnews

El 05 de diciembre de 2015, a orillas del lago Chad, no lejos de la frontera con Nigeria, un triple atentado suicida volvió a enlutar a las aldeas chadianas. Fue otro atentado mortal que dejó 27 muertos, a pesar del estado de emergencia y que se suma a una larga serie de ataques violentos en el país, todos atribuidos a los insurgentes nigerianos Boko Haram.

En el espacio de un mes, casi medio centenar de personas han perdido la vida en África Occidental y Chad. La violencia terrorista que parece no perdonar a nadie ha llevado a muchos países a aumentar sus niveles de seguridad, a raíz del atentado contra el hotel Radisson de Bamako que dejó 22 muertos el 20 de noviembre de 2015.

En Burkina Faso, las elecciones presidenciales del 9 de noviembre de 2015 (que dieron la victoria a Roch Marc Christian Kaboré) se celebraron bajo fuertes medidas de seguridad. Las medidas de seguridad reforzadas se sumaron a las impuestas en el marco del estado de emergencia vigente desde mediados de septiembre de 2015, tras el fallido golpe de Estado encabezado por el general Gilbert Diendéré.

En vísperas de las elecciones, las fuerzas de seguridad de Burkina Faso, ya en estado de máxima alerta, detuvieron a cinco «individuos con turbante» en el centro-este del país. Sospechosos de terrorismo, fueron detenidos, luego puestos en libertad y escoltados de vuelta a la frontera, según la policía de Burkina Faso, que no dio detalles sobre su origen o nacionalidad.

Miedo

En Senegal, las medidas de seguridad en los grandes hoteles de la capital (especialmente el Radisson de Dakar), ya ligeramente reforzadas desde hace más de un año, se han vuelto a endurecer en las últimas semanas. La situación es similar en Costa de Marfil, donde en junio de 2015 se produjeron varios atentados atribuidos a terroristas cerca de la frontera con Mali.

En toda la subregión, el miedo se ha instalado y el Sahel, formado esencialmente por países empobrecidos, busca soluciones a un mal que no perdona a ningún país del planeta y golpea justo en el corazón de las capitales de países muy organizados y mucho mejor armados.

La detención de cinco personas en Dakar y Senegal en noviembre de 2015, entre ellas un imán, por presuntos vínculos con grupos radicales radicados en el extranjero, demuestra que ya ningún país de la región está a salvo.

Al mismo tiempo, las autoridades estatales, encabezadas por el presidente Macky Sall, se han pronunciado a favor de la prohibición del velo islámico integral, comúnmente conocido como burka, desatando un gran debate en todo el país.

El mal en expansión

Con una superficie de 264.000 km2, el norte de Malí se ha convertido, gracias al caos en Libia, en refugio de grupos armados de todo tipo, además de los movimientos independentistas que reclamaban la independencia, al menos hasta la firma del acuerdo de paz en mayo de 2015 (cuya aplicación aún se espera).

El statu quo en esta parte de Malí pone en peligro todo el Sahel, la vasta zona geográfica que va de Dakar a Yibuti, donde campa a sus anchas la secta nigeriana Boko Haram, de la que algunos medios de comunicación dicen ahora que está afiliada al «Estado Islámico», organización terrorista que reclama el control de vastos territorios en Irak y Siria.

A la espera de que entre en funcionamiento la fuerza multinacional de defensa creada por Nigeria, Camerún, Benín, Níger y Chad, Boko Haram, considerada responsable de la muerte de más de 10.000 personas desde su levantamiento en 2009, se está convirtiendo en una amenaza regional con sus repetidos y sangrientos ataques en Chad, Níger y el norte de Camerún.

«Si no se hace nada para facilitar el acceso de los jóvenes a la educación, el empleo y la integración social, el Sahel corre el riesgo de convertirse en un centro de migración y de reclutamiento y entrenamiento de terroristas», declaró el enviado especial de la ONU para el Sahel, Hiroute Guebre Sellassie, ante el Consejo de Seguridad a finales de noviembre de 2015.

«Esto tendrá graves consecuencias para la seguridad mundial», advirtió Guebre Sellassie, que presentaba un informe sobre la situación de la seguridad en el Sahel.

Ante los enormes desafíos que plantean la pobreza y la falta de integración social, cerca de 41 millones de jóvenes menores de 25 años de Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger corren el riesgo de radicalizarse o convertirse en migrantes, según la diplomática etíope, que también pidió un mayor control del tráfico de drogas y armas y de la trata de personas en la región del Sahel.

Minusma, G5, Barkhane… ¿remedios?

La implicación de los países occidentales en la lucha contra esta lacra no ha dado hasta ahora resultados tangibles, ya que la amenaza sigue siendo muy real para todos los países afectados.

Alemania acaba de anunciar el despliegue de otros 600 soldados de mantenimiento de la paz. Francia ya contaba con unos 3.000 hombres desplegados en diversos países en el marco de la operación Barkhane. A ellos hay que añadir las tropas de la Minusma (Misión de las Naciones Unidas en Malí). Ninguna de estas fuerzas ha podido restablecer la seguridad en el norte de Malí.

Por su parte, cinco países del Sahel decidieron en febrero de 2014 en Nuakchot crear una organización denominada G5, integrada por Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger. El objetivo principal es coordinar sus acciones en la lucha contra el terrorismo. Fue durante la celebración de una cumbre de jefes de Estado del G5 en Ndjamena (Chad) cuando los terroristas atacaron el hotel Radisson de Bamako.

La agrupación de estos cinco países más afectados por los grupos «yihadistas» sigue siendo lógica a ojos de los observadores, pero como señaló el periodista mauritano Lemin Ould Salem en una entrevista a RFI, queda por ver si los jefes de Estado del G5 tienen verdadera «voluntad» de llegar hasta el final. Pero también, y sobre todo, los medios.