Frente a la influencia y ataques yihadistas: ¿Cómo refuerza Benín su sistema inmunitario?

Frente a la influencia y ataques yihadistas: ¿Cómo refuerza Benín su sistema inmunitario?

El 26 de junio, un nuevo atentado terrorista golpeó el norte de Benín. Con más de veinte atentados desde finales de 2021, la voluntad de penetración yihadista en el país es cada vez más clara. El tenso contexto étnico y social de las regiones septentrionales les proporciona un caldo de cultivo potencialmente fértil. En respuesta, el gobierno beninés despliega una estrategia destinada a contener militarmente la amenaza. Pero sin descuidar las cuestiones etnopolíticas que caracterizan a sus regiones septentrionales.

PIERRE D’HERBÈS

Durante varios años, Benín se libró de la guerra del Sahel. Y ello a pesar de su proximidad a Nigeria y Burkina Faso. La percepción de la amenaza ha cambiado desde el secuestro de dos ciudadanos franceses en 2019 en el parque de Pendjari. Comisionado por la Macina Katiba (GSIM – Groupe de soutien à l’Islam et aux musulmans), no se consideró explícitamente un ataque terrorista. Pero a partir de entonces, los focos se centraron en la región.

Hasta 2020, los grupos terroristas armados (GTA) se limitaban a circular u obtener suministros clandestinamente en las regiones del norte de Benín. A partir de 2021, sin embargo, se han documentado tentativas de instalación de células. Éstas siguen siendo provisionales, pero ya intentan reclutar entre la población local. Hoy en día, el aumento del número de atentados y la forma en que se llevan a cabo no dejan lugar a dudas sobre los objetivos del GAT: control de nuevas rutas de tráfico, voluntad política de ampliar su esfera de influencia (y de reclutamiento), desestabilización de un país cuyo gobierno participa en la lucha regional contra el yihadismo, etcétera. ¿Cuáles son los riesgos reales de que la situación empeore? ¿Y cuál es la respuesta del gobierno beninés?

Aumento del número de atentados en el norte

El número de incidentes, la mayoría de los cuales se produjeron en las fronteras, aumentó a lo largo de 2021. Pero el punto de inflexión se produjo en diciembre de 2021, cuando soldados de las Fuerzas Armadas de Benín (FAB) fueron víctimas mortales en Atacora, junto con guardabosques de la Red de Parques Africanos (APN), una ONG que gestiona los parques Pendjari y W en Benín (Atacora y Alibori).

Los ataques alcanzaron su punto álgido en 2022, con una veintena de incidentes mortales (escaramuzas, colocación de artefactos explosivos improvisados, etc.). De este total, dos comisarías fueron atacadas en abril y junio, en las comunas de Mossey (Alibori, cerca del Parc W) y Matéri (Atacora, cerca de Tanguiéta), al menos una de ellas por el GSIM. El objetivo de este tipo de atentados es tanto recuperar material como atacar símbolos y representaciones del Estado. Un modus operandi clásico para afirmarse, al menos simbólicamente, en una zona.

¿Terreno fértil?

Los ataques se concentran en las zonas fronterizas de Atacora, limítrofe con Togo y Burkina Faso, y Alibori, limítrofe con Burkina Faso, Níger y Nigeria. La mayoría se encuentra en los parques forestales del complejo WAP (W, Arli, Pendjari), a caballo entre Burkina Faso, Benín y Níger.

Estas regiones forman un continuo geográfico y étnico con los países vecinos. En ellas se dan los mismos factores de crisis: tráfico (armas, drogas, etc.), tensiones comunitarias, etc. Entre los más agudos está la rivalidad entre pastores (Peuls, 7% de la población) y agricultores (Baribas, Dendi, etc.) o cazadores de Odé (Dozos de Benín). Estos conflictos tienen su origen en la mezcla de zonas de cultivo y de pastoreo: una constante histórica en la subregión del Sahel. En el norte de Benín, la situación se ve agravada por el cruce de varias rutas de trashumancia. Las relaciones intercomunitarias se han deteriorado en estas regiones debido a la escasez de recursos. Esto se debe principalmente a la sequía, la erosión del suelo y el crecimiento demográfico.

Hay que señalar que los fulani no son los únicos factores de riesgo. Todas las regiones del norte de Benín se caracterizan por la aparición de un islamismo especialmente radical. Además de la violencia comunal, la región de Borgou se caracteriza por una intensa violencia política, que puede tomar un cariz étnico durante las elecciones. El punto álgido de la agitación política se alcanzó en 2019, durante las elecciones legislativas.

Del mismo modo, la organización del sistema de tenencia de la tierra, un problema de larga data, también es un factor de crisis. La intersección de dos sistemas, público y tradicional, da lugar a una gran confusión que puede generar enfrentamientos: entre habitantes rurales y urbanos, entre autoridades consuetudinarias (politizadas y a veces en la oposición) y el Estado, y entre inmigrantes e indígenas.

Desde 2010, las tensiones entre comunidades han ido en aumento (Parc W, Malanville, Tanguiéta, Cobly, etc.). Han causado decenas de muertos y miles de desplazados, por no hablar de diversos actos de violencia como la quema de pueblos y la destrucción de ganado. Se trata de un contexto favorable para los TAG, que han demostrado su capacidad para explotar este tipo de enfrentamientos comunitarios para implantarse localmente. La localización y los métodos de los ataques de los últimos meses parecen apuntar en esta dirección.

El ascenso de las FAB

Esta violenta afirmación de los GAT provocó una respuesta militar de Benín. En diciembre de 2021, el gobierno de Patrice Talon anunció un aumento sustancial del presupuesto de las fuerzas armadas: un 12% en 2022 y una inversión adicional de 760 millones de euros de aquí a 2026. Se trata de un aumento significativo tras varios años de tendencia a la baja.

El esfuerzo presupuestario deberá absorber la vigorosa campaña de reclutamiento decidida por el Gobierno, del orden de 7.500 hombres suplementarios en cinco años. Una parte del presupuesto se destinará también a la modernización de las fuerzas, en particular de sus capacidades materiales.

Este aumento de poder engrosará enormemente el número de efectivos de las FAB, actualmente en torno a los 7.200. Este gran cambio dará lugar rápidamente a importantes cuestiones en torno al ciclo DORESE (Doctrina, Organización, Recursos Humanos, Equipamiento, Apoyo a la Fuerza, Entrenamiento): un prisma para medir el nivel de capacidad global de un ejército. Reducir las diferencias de nivel entre las unidades, adaptar el adiestramiento a los compromisos en el Norte e integrar la retroalimentación de las operaciones futuras (ReTex) son los principales retos a los que hay que hacer frente. Todo ello sin dejar de absorber eficazmente la gran afluencia de reclutas.

La FAB dispone de una administración militar bastante fiable. Parece capaz de afrontar el reto del cambio doctrinal y la formación de nuevos reclutas. Es el resultado de una política deliberada de lucha contra la corrupción, iniciada por el Gobierno en 2016, en todo el aparato del Estado. La larga despolitización de las fuerzas beninesas es también un factor de fiabilidad. Además, las FAB han podido aprovechar una serie de ventajas organizativas y doctrinales derivadas de su intensa participación en las operaciones de mantenimiento de la paz (OMP) de la ONU en los últimos años. Por último, su estrecha integración en la red de escuelas nacionales con vocación regional (ENVR), o en las escuelas militares francesas, garantiza una buena formación de sus oficiales. Sin olvidar la dinámica cooperación militar del país con Francia, Bélgica y Estados Unidos, así como con China.

Operacionalización de las fuerzas

Operativos militares del ejercito de Benín

El actual refuerzo de las FAB no es una reacción instintiva a los recientes atentados en el norte. Se trata más bien de una aceleración del incremento de capacidades que comenzó en 2017 y 2018. El portavoz del Gobierno de Benín, Wilfried Léandre Houngbédji, que accedió a responder a nuestras preguntas, confirma que Benín «se enfrenta a este problema desde hace varios años». Y añade: «Las fuerzas armadas son conscientes de ello y han empezado a prepararse. Pero el aumento de la densidad nos empuja a ir más lejos en la formación de nuestras fuerzas en guerra de contraguerrillas y combate asimétrico».

Las fuerzas de Benín siguen organizadas según un esquema de batallones orientado al combate convencional. Disponen de capacidades de mantenimiento, necesarias para mantener el material en condiciones operativas. Aunque todavía no se ha adoptado un formato más adaptado a los desafíos asimétricos (guerra de contraguerrillas), hay que decir que, desde 2016, el refuerzo de las capacidades [materiales], la evolución de la red territorial militar y la creación de un cuerpo de intervención, la Guardia Nacional, van en esta dirección.

Modernización de las capacidades

Soldados de Benín junto a otros de países del Sahel tras recibir formación del Centro de Combate.

A partir de 2018, el ejército beninés comenzará a modernizar sus capacidades. En el ámbito de la movilidad táctica y del combate de infantería, recibirá en 2018-19 equipos individuales y vehículos blindados Bastion (Arquus). Probablemente a través de un mecanismo de financiación estadounidense en apoyo de la Fuerza Multinacional Mixta contra Boko Haram, en la que participa Benín. Al parecer, en 2018 se firmó una asociación entre Arquus/ACMAT y AM General en nombre de la Foreign Military Sale (FMS) con este fin. Los Bastion están en servicio en varios ejércitos del G5 Sahel. Complementan la flota de vehículos blindados de transporte de tropas (APC) de la FAB, compuesta por Casspirs, muy eficaces en travesías y resistentes a minas y artefactos explosivos improvisados, M 113 estadounidenses y ZBF-05 chinos. Estos vectores están adaptados a las necesidades de protección y apoyo de la FAB en el teatro de operaciones de Benín, en el norte. Compuestos por bosques (parques de la AMP) y sabanas, implican combates de corto y medio alcance. Enfrentados a un adversario esquivo e irregular, que realiza principalmente emboscadas, golpes de mano y colocación de IED.

En 2017, Benín recibió nuevos ACMAT ALTV (Vehículos Tácticos Ligeros ACMAT) de Arquus. Como vehículos todoterreno de patrulla y reconocimiento, los ATLV tienen una gran movilidad. Robusto, rápido y resistente, también dispone de un blindaje parcial ligero (pero no acorazado) y resistente a las minas. También puede equiparse con soportes para armas (ametralladoras, lanzagranadas). Se trata de la respuesta directa, dentro de los ejércitos de la región, a los neorrezos yihadistas montados en pick-ups. Los ATLV complementarán los diez anticuados pero robustos vehículos blindados de reconocimiento BRDM-2, así como la decena de VBL (vehículos blindados ligeros) de origen francés y los más recientemente adquiridos vehículos blindados ligeros chinos Dongfeng CSK131.

Estas adquisiciones reflejan el pragmatismo conceptual y doctrinal de la FAB. Los ATLV refuerzan sus capacidades de patrulla (fronteriza y forestal), pero también sus capacidades de reconocimiento, lo que les confiere una clara ventaja sobre los GAT. La adquisición de nuevos ATLV y de buggies adicionales (iluminación) podría contemplarse en vista del aumento del tamaño de las fuerzas beninesas.

Cooperación internacional en materia de defensa

En términos de inteligencia operativa y situacional, se han realizado grandes esfuerzos desde 2016. Desde 2017, la Iniciativa de Accra ha contribuido en gran medida a mejorar la capacidad de los países miembros para crear y compartir inteligencia. Se esperan nuevos avances con la adquisición, en 2020, de aviones ISR (Inteligencia, Vigilancia, Reconocimiento) como parte de la cooperación con Francia y Bélgica. Además del equipamiento, el proyecto DEFEND incluye formación técnica en inteligencia aérea, terrestre y fluvial. Con el tiempo, esta formación podría permitir a las FAB desplegar capacidades tácticas ISR UAV, guiadas mediante enlaces LOS (180 km de alcance). Por último, las FAB tienen acceso al excelente sistema de inteligencia de las AFN en el complejo WAP.

Así pues, la modernización del ejército beninés no es nada nuevo. Ahora necesita acelerarse y ganar en profundidad. Del mismo modo, algunas capacidades siguen siendo insuficientes: apoyo de artillería ligera (morteros de 80 y 120 mm), movilidad aérea (helicópteros), combate aéreo y apoyo aéreo en tierra. Pero el compromiso presupuestario del Gobierno permite ser optimista en este ámbito. Su portavoz lo confirma: «El ejército beninés seguirá reforzando sus medios humanos, logísticos y financieros. Ya hay planes para adquirir equipos de inteligencia de última generación. También estamos prestando especial atención a la formación de la nueva generación de personal.

La brecha entre el momento actual y la plena capacidad operativa debería salvarse de aquí a 2030. Por ello, el Gobierno debe seguir coordinando estrechamente sus esfuerzos con los «Rangers» de la AFN. Desde 2017, la ONG despliega en los parques unidades bien formadas y equipadas. Tienen muy buena reputación por sus capacidades antiterroristas. Esta presencia es tanto más necesaria cuanto que la jurisdicción de la APN limita con los puntos de infiltración del GAT, en particular el GSIM (Katiba Macina), en Níger y sobre todo en Burkina Faso. Allí, el grupo se aprovecha del desmoronamiento del Estado en el este [de Burkina Faso] y controla abiertamente varias zonas fronterizas a través de una red de bases y puntos de apoyo (Pama, Singou, Arli, Tapoa en el O).

La APN ha sido criticada por su gestión autoritaria de los parques. Al final, esta situación generó riesgos sociales para la comunidad contrarios a la misión de la ONG. De ahí el cambio de enfoque de la dirección de la APN, que ahora se centra más en la cooperación y la mediación con las poblaciones locales.

Benín también se apoya en asociaciones bilaterales para luchar contra la amenaza del TAG. Este es el sentido de la asociación de defensa firmada muy recientemente, el 11 de julio de 2022, entre Níger y Benín. Los dos países vecinos, que también son miembros de la iniciativa de Accra, tienen previsto cooperar más estrechamente en el ámbito de la inteligencia (humana, terrestre y aérea). También se prevén operaciones conjuntas. Para Benín, se trata también de una oportunidad de beneficiarse de la larga experiencia del ejército nigerino en materia de lucha antiterrorista. Níger dispone de fuerzas competentes capaces de luchar contra el GAT. Es un miembro clave del G5 Sahel y un estrecho colaborador militar de Francia y de la operación Barkhane. Esta asociación contribuye a reforzar un enfoque cada vez más integrado entre el Sahel y el Golfo de Guinea en la lucha contra el yihadismo.

Creación de un Estado árbitro

La estrategia del Estado se basa en un enfoque holístico. Además de los aspectos de seguridad, también tiene un fuerte componente sociopolítico e incluso económico. Desde hace algunos años, el gobierno beninés se esfuerza por asentar a la población fulani, en particular en la región de Borgou. Como recuerda el portavoz del gobierno beninés: «Benín no ha esperado al fenómeno yihadista para modernizar las prácticas agropastorales, aunque este fenómeno nos anima a proseguir nuestros esfuerzos».

Se critica la metodología, ya que la región registra el mayor índice de violencia intercomunitaria, que se ceba principalmente con los fulani (64%). Por no hablar de la formación de milicias comunitarias. Además de su carácter no indígena, los agricultores culpan a los fulani de dañar los cultivos con el pastoreo, así como la economía local.

Sin embargo, el país tiene una larga historia de sedentarización exitosa. La región de Donga cuenta con una población fulani asentada (los DjuguBe) que se dedica a la agricultura. Están integrados con otros grupos étnicos locales (yoms, dendis, baribas, etc.) desde 1930, o incluso desde 1820. La región no está exenta de tensiones comunitarias. Sin embargo, se dirigen a las poblaciones fulani de Borgou (BurguBe) o Nigeria (MbororoBe). Son sedentarios desde los años 90, pero siguen practicando el pastoreo y algunos siguen siendo trashumantes. El principal problema son, por tanto, las dificultades causadas por el pastoralismo [y la trashumancia]. ¿Apuesta entonces el gobierno beninés por un cambio progresivo de los métodos de cultivo de los fulani? Wilfried Léandre Houngbédji admite que «dentro de unos años, las tensiones habrán disminuido».

Mientras tanto, se prevén medidas de arbitraje, como renegociar el acceso a las zonas naturales y aumentar las sanciones por daños a los cultivos. A cambio, el gobierno quiere promover entre la población agrícola las ventajas económicas de la trashumancia y la ganadería, e implicar más a los fulani en los debates públicos.

Desde el punto de vista de la población local, el Estado tiene cierta credibilidad al emprender estos proyectos. A diferencia de países como Malí y Burkina Faso, la población fulani no ve al Estado como un depredador. Y a la inversa, las poblaciones del sur de Benín no tienen con los fulani la misma relación histórica, altamente conflictiva, que otros grupos étnicos del Sahel como los bambara, malinke, dogon o mossi. Por ello, las poblaciones fulani, al igual que otros ganaderos, tienen una buena imagen de las fuerzas de seguridad, sobre todo en Borgou. Se trata de una baza real para el Estado frente a los yihadistas, probablemente debido a la pericia pacificadora de las FAB y de la policía judicial.

Sin embargo, la presencia del Estado sigue siendo desigual: escasa cobertura de las administraciones públicas, falta de personal cualificado, declaraciones de estado civil poco sistemáticas. Las autoridades son conscientes de este problema y están planificando oficialmente acciones para reafirmar los servicios públicos en estas regiones.

Una respuesta multimodal y coordinada

A pesar de los riesgos que se ciernen sobre su territorio, Benín parece estar en condiciones de organizar una respuesta multimodal y coordinada al TAG. La estrategia del gobierno consiste en desplegar acciones en todo el espectro del continuo seguridad-desarrollo. La planificación es ambiciosa en sus objetivos, pero prudente en su despliegue. Tiene en cuenta las vulnerabilidades del país.

Lejos de estar aislado, Benín coordina su esfuerzo militar con sus socios de la Iniciativa de Accra (Costa de Marfil, Burkina Faso, Ghana, Togo, Malí y Níger), en el marco de un enfoque regional del riesgo. ¿Se estrechará esta cooperación? Por ejemplo, en las delicadas negociaciones sobre los derechos transfronterizos de persecución en caliente. Se trata de una cuestión difícil de eludir, sobre todo en una región con fronteras muy porosas. Según el Portavoz, no se puede descartar nada en materia de cooperación: «No escatimaremos ninguna medida para garantizar la seguridad de los bienes y las personas en Benín y en el resto de la subregión».

El país también cuenta con la sólida ayuda de Francia, Bélgica y Estados Unidos. Para Benín, estas asociaciones de defensa, en particular con Francia, «responden a las necesidades del momento. Si mañana cambian las necesidades, los Estados discutirán como socios, como siempre han hecho». En esta fase, por tanto, el país parece estar bien situado para contener la amenaza, aunque la perdurabilidad de las políticas lanzadas, y sus efectos, sólo podrán medirse con el tiempo.