Reconversión industrial al azul
A lo largo de los últimos años ha habido un intento por parte de sectores del ecosistema empresarial de renovar todos los procesos industriales que han venido generando la mayor parte de residuos, vertidos y desechos en el planeta. El modelo a seguir, los propios sistemas de reciclaje de la naturaleza, se ha intentado aplicar a algunas industrias a pequeña escala con muy buenos resultados, consiguiendo, algunas de estas empresas, reducir enormemente su impacto medioambiental y su huella ecológica, cancelando o prácticamente eliminando las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera, o siendo capaces de reciclar todos o casi todos los productos de desecho que su cadena de producción generaba.
Estos éxitos a pequeña escala no han podido ser reproducidos, sin embargo, en la mayoría de grandes empresas, corporaciones y multinacionales cuyos sistemas productivos están repartidos entre múltiples localizaciones, fábricas o espacios de trabajo, ya que la gestión de residuos o reciclado de toda la materia prima sobrante en cada uno de esos procesos no puede ser tratada con tanta facilidad como en empresas más pequeñas, o donde todos los procesos están más centralizados y geográficamente ubicados en un mismo lugar.
Además, en general, para una gran parte de la industria actual, es más rentable quitarse de encima todo aquello que no necesitan que buscar métodos y formas de reciclarlo para introducirlo de nuevo en su cadena de producción, así como les sigue siendo más caro invertir en cambios que les lleven a ser más respetuosos con el medio ambiente y el ecosistema natural del planeta que seguir trabajando como siempre han hecho, a pesar del daño que eso pudiera conllevar para la biosfera.
Cambios sostenibles estudiando la naturaleza
A pesar de todo, la buena noticia es que a pequeña escala sí que se aprecian cambios en la conciencia empresarial para transformar una parte del ecosistema productivo a estructuras más acordes con la sostenibilidad de una industria que no puede funcionar sin materias primas, y que depende de la naturaleza para conseguirlas, y de los recursos que el planeta nos brinda, y que se dan cuenta de que si estos recursos se malgastan, se mal utilizan o se contaminan, su propio futuro económico, personal y profesional también está siendo puesto en peligro. Mientras que se mantenga esta consciencia aunque sea solo con fines económicos o para asegurar la sostenibilidad de los modelos de negocio y de la prosperidad de estas industrias a medio o largo plazo, es bienvenido que estemos cambiando, al menos una parte, la manera en la que enfocamos la forma de contaminar menos, y reciclar mucho más, todo lo que resulta de los procesos de manufacturación y creación de productos de consumo para la sociedad.
Así como muchas pequeñas y medianas empresas han estudiado a la propia naturaleza para descubrir formas de convertir un producto tóxico o un producto de desecho en algo que se pueda reutilizar en otra parte de la cadena de producción, aunque sea de algún otro producto, aún nos queda mucho por aprender sobre cómo los ecosistemas naturales reutilizan todo lo que para una parte ya quizás no sirve, pero que puede ser usado como el motor de crecimiento de otra. La denominada “economía azul”, título del libro de Gunter Pauli que hace referencia a este tipo de “clonado” de métodos naturales para no desperdiciar nada de aquello que se produce, es la clave para hacer de nuestra sociedad del consumo una sociedad sostenible a largo plazo, y en la que se respeten los ciclos de crecimiento de todos los ecosistemas de los que luego extraemos aquellas materias que usamos para su transformación en aquellos productos que demandamos.
Actuando antes de que no haya más remedio
¿Cómo podríamos hacer para que toda la red industrial estuviera basada y “copiando” los modelos de los ecosistemas naturales? ¿Cómo transformar la industria pesada y contaminante en industrias que no producen gases tóxicos ni vierten productos químicos de desecho a los ríos y mares? ¿Cómo encontrar el equilibrio entre la productividad y beneficio empresarial y la sostenibilidad a largo plazo de nuestra sociedad basándonos en la disponibilidad de los recursos presentes en el planeta?
Al igual que llegará un día en el que se nos acabará el petróleo, porque las bolsas de crudo estarán tan profundas que no tendremos capacidad de extraerlas, y no será rentable invertir en crear tecnología que pueda perforar tantos cientos de kilómetros en el interior de la Tierra, igualmente habrá un día en el que se nos acabarán los árboles si seguimos talándolos al ritmo al que lo estamos haciendo, o se nos acabará el agua limpia si seguimos contaminando con químicos todos los ríos y acuíferos del planeta. No tiene por qué suceder mañana, y por eso una gran parte de la industria se está aprovechando de este proceso que no sucede de un día para otro, sino que tiene unas consecuencias lentas pero inexorables a medio plazo de las cuales no quieren tomar consciencia, pues supone actuar en el “ahora”, donde aún no tienen ese problema encima y donde, si actuaran para remediarlo, perderían una gran parte de los beneficios económicos que los sistemas de producción actuales les reportan.
Como tal, estas grandes corporaciones e industrias responsables de la mayor parte de la contaminación de la atmósfera, de fuentes de agua y de tala de árboles, prefieren apurar plazos hasta que realmente ya no puedan producir una sola unidad más de lo que produzcan, y, mientras tanto, mantener los métodos de producción y extracción de recursos insostenibles y completamente inadecuados con tal de no perder competitividad con otras empresas, o no descolgarse de la dinámica de beneficios que hayan podido estar teniendo y cuyos accionistas, en general, no desean tampoco que se interrumpa el flujo económico que el estado actual de operaciones les comporta.
Y es que por eso decíamos que son las pequeñas o medianas empresas las que realmente están liderando los cambios en los métodos de producción para que la economía “azul” vaya tomando forma y afianzándose, porque este tipo de industria y ecosistema empresarial no posee las presiones, hasta cierto punto, que poseen las grandes corporaciones y multinacionales, que al fin y al cabo son las que controlan la economía mundial, y están presentes en todos los países importantes para su control del planeta. Estas pequeñas empresas, al no tener que lidiar con una red tan vasta de interlocutores, intermediarios, y conexiones por todo el globo, tienen más fácil encontrar la manera de adecuarse y cambiar sus procesos y estructuras internas y conseguir ser más sostenibles en menos tiempo y con menos inversión y problemas en la reconversión que el resto.
Derivando el flujo económico de la población hacia empresas responsables con el medio ambiente
¿Bastará pues que todo el ecosistema industrial de pequeño y mediano tamaño se reconvierta hacia un modelo más sostenible y respetuoso con el medio ambiente para poder “salvarlo” y evitar la destrucción de todo nuestro ecosistema natural? No, no bastará a menos que la propia población y sociedad también se dé cuenta de que los grandes contaminantes mundiales no están haciendo nada para dejar de serlo, y solo crean una y otra vez campañas de marketing para hacernos creer que están liderando la lucha contra el cambio climático. Si se consigue desmontar esta farsa, a la cual destinan miles de millones de euros cada año las empresas más grandes del planeta a nivel industrial, entonces no tendrán más remedio que acometer cambios reales, pero, para ello, se depende de que las personas empecemos a comercializar y adquirir productos que vengan de empresas que realmente se hayan comprometido, y hayan demostrado, que están haciendo cambios sustanciales en sus procesos de producción para poder ofrecer los productos que demandamos sin impacto en el medio ambiente.
Únicamente con que todo consumidor supiera que huella ecológica deja cada empresa que le sirve un producto o un servicio, y cuánto contamina esa empresa para poder prestárselo, tendríamos una manera de decidir por nosotros mismos si deseamos contribuir a que esa compañía siga haciéndolo o irnos a adquirir un producto de alguna otra empresa. Esta quizás sea más pequeña o quizás tenga algo menos de recursos o quizás haga un producto algo diferente al que buscamos pero que ya cumple o cubre las necesidades que tenemos, lo que empezaría a desviar el flujo de la economía desde las grandes corporaciones hasta las empresas ecosostenibles y responsables con la biosfera.
Para conseguir esto, obviamente, nos hace falta ciertos cambios en la legislación que introduzcan algún tipo de etiqueta en todos los productos y servicios que consumimos que nos ayuden a valorar qué impacto en el medio ambiente ha tenido el proceso de creación de ese producto, con lo que posiblemente tendrán que involucrarse gobiernos y organismos reguladores para introducir las leyes y normas en el sector industrial que obligue, de algún modo que todavía no podemos estimar, cómo se va a llevar a cabo esa medición del impacto total que ha tenido crear un producto u otro. Puesto que muchas empresas que tienen muchos intereses a nivel político y global estarán en contra de este tipo de legislación, va a ser difícil que, en una gran parte de los países desarrollados del mundo, veamos que algo así se pueda llegar a desarrollar, pero no es del todo imposible si se demanda por parte de la sociedad conocer, al menos de forma general, los impactos medioambientales que cada una de las corporaciones y multinacionales del planeta está teniendo para cada uno de los productos que nos están vendiendo.
Que sea el consumidor el que decida
La idea es simple en ese aspecto, que sea el propio consumidor quien decida de dónde o de quién desea adquirir aquello que necesita, si de quienes están haciendo el esfuerzo por cambiar y adaptar todos sus modelos productivos para no contaminar, no dañar y no contribuir más a la destrucción del ecosistema natural, o de aquellos que a pesar de intentar hacernos creer lo contrario, siguen actuando como si el planeta tuviera unos recursos infinitos y que el día en el que estos se puedan terminar no va a llegar nunca.
De esta manera, una vez los propios consumidores vayan eligiendo y vayan tomando consciencia del poder que tienen para decidir a donde derivan el flujo económico que otorga el poder de comprar o no algo, son las propias empresas que se ven perjudicadas porque otros competidores están jugando en el marco de la “economía azul”, en el marco de la sostenibilidad natural y en el marco del respeto por el medio ambiente, las que se verán abocadas a una carrera por transformarse para no perder el “tren” que la sociedad haya puesto en marcha para cuidar los recursos que quedan en este planeta, antes de que pueda volverse completamente inhabitable en algún momento indeterminado del tiempo de seguir por este mismo camino y senda de contaminación atmosférica, destrucción de selvas y bosques, y contaminación de ríos, lagos y mares a escala global.
Presión para la reconversión en empresas “verdes”
En el momento en el que las principales empresas causantes de la mayor parte de la contaminación planetaria inicien procesos de reconversión, el resto del mundo seguirá sus pasos, pues, como hemos mencionado, al controlar prácticamente toda la economía global, sus decisiones y cambios de rumbo arrastran inexorablemente al resto del ecosistema empresarial e industrial hacia nuevas prácticas, métodos o técnicas productivas que, a la larga, pueden terminar siendo positivas para todos, porque pueden permitir la regeneración de todo aquello que ahora estamos destruyendo, y pueden ayudar a la propia Tierra a recuperar lo que ahora se está perdiendo.
Y es que siempre se ha sabido, y se ha tenido en cuenta por aquellos que han tenido mayor contacto con el mundo natural, el campo y el ecosistema natural, que si a la naturaleza se la deja trabajar, encuentra siempre formas de recuperarse y regenerarse, por lo tanto, si empezamos a trabajar en un modelo sostenible de colaboración con el medioambiente, y permitimos esta regeneración no vertiendo más tóxicos ni químicos, no contaminando más el aire y no talando más árboles, podremos recuperar el planeta en el que vivimos y hacerlo más habitable para todos nosotros.
Los modelos empresariales van a tener que cambiar mucho para que esto se convierta en una realidad a varias generaciones vista, pero es un camino posible pues hemos visto demostrado en los propios ecosistemas naturales como todo se puede reciclar, aprovechar y transformar para beneficio de toda la vida vegetal y animal. Hagamos pues lo mismo nosotros para beneficio de la vida humana, y aprovechemos las enseñanzas de nuestra biosfera para poner en marcha lo más rápidamente posible los cambios que nos permitan recuperar el esplendor del planeta en el que vivimos, sin que termine convirtiéndose en un basurero o en un espacio irrespirable y lleno de contaminación que ya no pueda ser contrarrestada por los árboles y las plantas, ni por nada que, en algún momento, y quizás ya desesperados, lleguemos a inventar para lidiar con el desastre ecológico que estamos generando sin compasión.
Es hora de actuar, y podemos empezar provocando que los que han decidido transformar sus modelos empresariales para asistir al planeta reciban nuestro apoyo por ello a través del uso de sus productos o servicios, mientras que aquellos que han decidido todo lo contrario, vean mermados sus flujos económicos por la negación de compra de los mismos hasta que no ejecuten realmente cambios que puedan demostrar que están trabajando para el bien mayor del planeta y la humanidad, y no únicamente para una cuenta de resultados anual.