Una representación popular transmitida por la literatura colonial contribuyó a la construcción del mito tuareg («hombres azules»; guerreros temibles; sociedad matriarcal, etc.). Este mito se superpone al del desierto. Es en este marco mítico en el que algunos medios de comunicación se han centrado en las primeras rebeliones armadas tuareg contemporáneas. Una visión a veces transmitida por altas personalidades políticas que encarnan la política francesa en el Sahel, receptivas a las sirenas míticas, y más concretamente en relación con las rebeliones armadas cíclicas. La realidad es muy a menudo otra.
André Bourgeot
¿Cuál es la realidad histórica? Para responder a esta pregunta, debemos analizar las respuestas desde el siguiente ángulo: ¿hasta qué punto estas rebeliones han contribuido a desestabilizar los poderes estatales, a debilitar a los Estados y a que ahora amenacen con volver a tomar las armas? Se utilizará Mali como marco analítico, ya que sus formas más violentas y contradictorias ofrecen ejemplos significativos. Para ello, se examinarán estos movimientos en función de las condiciones en las que surgieron. Entre 1916 y 2012 se produjeron seis revueltas y rebeliones armadas predominantemente tuareg.
La primera, una revuelta circunscrita a la región de Kidal, tuvo lugar en 1916-1917. Liderada por el Aménokal del cacicazgo Kel Tamacheq Iwllimidden, formaba parte de una feroz oposición a la conquista colonial, cuyo poder se había visto debilitado por la Primera Guerra Mundial en el frente europeo.
La segunda, en 1963-1964, fue poco preparada y tuvo un carácter epidérmico y racial, ya que algunos jefes tribales árabe-bereberes con fenotipos mediterráneos y leucodermos se negaron a ser comandados por negros. Tuvo lugar en un Malí independiente desde el 22 de septiembre de 1960 y en el que aún se estaba construyendo el Estado. Surgió en el momento de la creación de la Organización Común de las Regiones del Sáhara (OCRS: 1957-1963), considerada como un intento de conservar el Sáhara separándolo de Argelia en un momento en el que se descubría petróleo en la región de Ouargla (Argelia) y en un contexto en el que los Estados argelino y maliense, que reivindicaban una orientación socialista, denunciaron la iniciativa y se negaron a adherirse a ella. Severamente reprimida por un ejército acusado de genocidio, esta revuelta ha dejado huella en la memoria tuareg hasta nuestros días.
La tercera, que duró de 1990 a 1996 y estuvo dirigida por Iyad ag Ghali, líder del Movimiento Popular de Liberación del Azawad (MPLA), tuvo lugar al final de la dictadura del general Moussa Traoré (1978-1991), que tuvo que hacer frente a importantes movimientos de oposición que provocaron la caída del régimen el 22 de marzo de 1991. Más estructurado que su predecesor, difiere en tres aspectos significativos:
La referencia al «territorio» de Azawad aparece por primera vez.
Se ilustra con la disgregación del MPLA en varias fracciones autónomas ancladas en una ideología basada en el linaje y fundada en la dinámica estructural de los sistemas segmentarios, que resultan de varias fusiones y escisiones de linajes condicionadas por las oportunidades fácticas y en cuyo seno operan perennes estrategias matrimoniales.
El adagio que encarna esta segmentariedad es: «Yo contra mi hermano; yo y mi hermano contra mi primo; yo, mi hermano y mi primo contra mi primo segundo», y así sucesivamente.
Rebeliones de linaje
De estas rebeliones surgieron nuevos frentes como, por ejemplo, el Frente Islámico Árabe de Azawad (FIAA), que revela el carácter identitario de estos frentes y su dimensión cultural árabe-bereber, así como otros frentes como el movimiento patriótico Songoye «Ganda Koy» («los amos de la tierra») creado el 9 de mayo de 1994, formado por sedentarios, apoyado por las autoridades del Estado y que luchaba contra los anteriores.
Esta tercera rebelión estuvo jalonada por dos acuerdos de paz. El primero fue el acuerdo de Tamanrasset, negociado el 6 de enero de 1991 bajo los auspicios de Argelia, pero que nunca llegó a aplicarse debido al golpe de Estado del 26 de marzo de 1991. El otro, denominado «Pacto Nacional de Bamako», firmado también bajo los auspicios de Argelia el 11 de abril de 1992, fue precedido por la Conferencia Nacional Soberana (29 de julio-12 de agosto de 1991). Se celebró en vísperas de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Consagró el estatuto especial del norte de Malí y estuvo simbolizada por la ceremonia de la «Llama de la Paz», durante la cual se destruyeron 3.600 armas pertenecientes a los antiguos rebeldes.
Esta tercera rebelión contribuyó significativamente a debilitar la autoridad del Estado, que ya se enfrentaba a las restricciones externas dictadas por las instituciones financieras de los acuerdos de Bretton Woods, que impusieron el primer programa de ajuste estructural (PAE) (1990-1992) aplicado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, A ello siguió, en enero de 1994, la devaluación del franco de la Comunidad Africana (FCFA), que debilitó aún más al Estado, que tuvo que reembolsar su deuda al mismo tipo que cuando la contrajo, duplicando la deuda y sobre endeudando así al país. Estas circunstancias agravaron la desestabilización del Estado, que ahora se tambaleaba al borde del colapso.
La cuarta, en 2006, instigada por la Alianza Democrática del 23 de Mayo para el Cambio (ADC), consideró que no se habían cumplido las promesas del pacto nacional y que el Estado había favorecido a las tribus tuareg vasallas en detrimento de la antigua aristocracia guerrera. Esta política llegó a su fin con los nuevos «Acuerdos de Argel», impugnados por una parte de la clase política y de la prensa malienses. Una nueva política tomó forma. Se trata del traslado de los cuarteles militares a zonas urbanas y la creación de unidades especiales formadas por ex rebeldes. De este modo, el ejército se retira de una gran parte del territorio nacional, donde ya no puede ejercer su soberanía. Esta situación se asemeja a una especie de autonomía no declarada e informal.
Además, el Estado permite la formación de dos milicias, dirigidas por dos altos oficiales de las Fuerzas Armadas Malienses (FAMA), uno procedente de la comunidad árabe tilemsi y el otro un antiguo rebelde del Armée révolutionnaire de libération de l’Azawad (ARLA), hoy general de brigada que dirige la milicia del Groupe d’autodéfense touareg Imghad et alliés (GATIA).
Se les acusa de tener vínculos problemáticos en el norte.
En septiembre de 2007, la rebelión continuó con una disidencia interna en el seno de la ADC denominada Alianza touareg del Norte-Malí por el cambio (ATNM), y con una extensión a Níger mediante la creación del movimiento Alianza touareg Níger-Malí.
Rebeliones de la década de 2000
La quinta rebelión (2012-2015) fue de naturaleza muy diferente, con objetivos claramente definidos y una base ideológica explícita con fines separatistas, reclamando la independencia de Azawad. Se produce en un contexto nacional y subregional cargado de turbulencias políticas y de seguridad yuxtapuestas. Por ejemplo, el 22 de marzo de 2012, el golpe de Estado perpetrado por el capitán Amadou Aya Sanogo que, presionado por la Comunidad de Estados de África Occidental (CÉDÉAO) y Burkina Faso, firmó un acuerdo que le obligaba a restablecer las instituciones democráticas. En el plano subregional, es el resultado directo del asesinato del coronel Gadafi el 20 de octubre de 2011 y de la apertura a todos los vientos de los arsenales militares de los que los futuros insurgentes se han aprovisionado de armas de todo tipo. En esta situación, el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA) conquistó la mitad del norte de Malí, declarando la independencia del autoproclamado Estado de Azawad el 6 de abril de 2012. El territorio de Azawad, que no tiene ninguna referencia histórica, es una construcción política fabricada para legitimar sus pretensiones independentistas.
Tras un breve acercamiento a los grupos armados salafistas yihadistas, que desembocó en la efímera República Islámica de Azawad, y la aparición de nuevos frentes como el Alto Consejo para la Unidad de Azawad (HCUA), de predominio caciquil ifoghas, se unieron dos entidades opuestas, la plataforma legalista por un lado y la ex independentista Coordinación de Movimientos de Azawad (CMA) por otro.
El acuerdo fue rubricado el 15 de mayo por el gobierno maliense, los grupos lealistas y la comunidad internacional, pero fue rechazado por la CMA por considerar que no preveía la autonomía ni el federalismo para el norte de Malí. Los anexos añadidos al texto inicial permitieron finalmente a la CMA firmarlo el 15 de junio de 2015.
La filosofía general subyacente a la redacción de este documento afirma: «Las disposiciones nacionales previstas en el presente acuerdo se aplicarán prioritariamente en las regiones del norte de Malí… Estas disposiciones serán aplicables a las demás regiones del país» (art.4, p. 3): ¡no es así! De hecho, se aplicó exclusivamente en la zona controlada por la AMC.
Hay una referencia fuerte y sistemática a «las poblaciones malienses, y en particular las de las regiones del norte», refiriéndose implícitamente a las poblaciones árabe-bereberes de origen nómada que son minoritarias. Este acuerdo va más allá del anuncio de una profunda descentralización, ya que se trata de una regionalización que innova en particular eligiendo al presidente de la región por sufragio universal directo según los mismos procedimientos que los del Presidente de la República. Presidirá las asambleas y los ejecutivos regionales y será el jefe de la administración del «Estado-región», combinando así los poderes ejecutivo y político, lo que equivale a una forma de federalismo: ¿podría ser éste el fin del Estado-nación unitario y la institucionalización de las relaciones de desigualdad, ya que el acuerdo no prevé ningún puente entre regiones de riqueza desigual?
Siete años después de su firma, el acuerdo sigue sin aplicarse. El actual gobierno de transición es el resultado del golpe de Estado del 18 de agosto de 2020. Otro golpe, el 25 de mayo de 2021, depuso al entonces presidente de la transición, el coronel retirado Bah NDaw, y a su primer ministro Moctar Ouane. Este gobierno, que anunció la validez del acuerdo y su «relectura inteligente» votada por el Consejo de Transición, ¡fue una pesadilla!
Todas estas rebeliones que se originan en la región de Kidal surgen cuando se debilita el poder central, agravando gravemente la desestabilización del Estado sin cuestionar el orden social y la organización política de sus sociedades de origen. No provocan cambios sociales ni militan por una visión de la sociedad que les caracterice. Son muy capaces de causar daño, pero tienen dificultades políticas para imaginar una «utopía democrática»… En consecuencia, sus estrategias para alcanzar el poder se basan esencialmente en el uso de las armas.
Sin embargo, sus líderes y afiliados tienen capacidad para adaptarse a los cambios políticos y económicos en curso. Por ejemplo, algunos de ellos están invirtiendo en tierras y propiedades en las afueras de Bamako, en un distrito llamado Kidal Bougou7 y no en Azawad, su territorio reivindicado.
Como hipótesis intuitiva, pero basada en el análisis de las rebeliones descritas anteriormente y combinada con la lógica de las dinámicas políticas de segmentariedad, que van en contra de la centralidad del poder, es posible imaginar que existen objetivos (difíciles de teorizar) dirigidos a crear las condiciones para una nación étnica que precedería a la formación de un Estado específico y original.
Conclusión
De un mito único a múltiples realidades, ¿Cuáles son los futuros posibles para el Estado y para el destino del pueblo maliense, que ha sufrido cinco golpes de Estado militares en los últimos sesenta años, seis revueltas y rebeliones armadas con una población predominantemente tuareg, y la embestida de grupos armados salafistas yihadistas desde 2007 que han prometido lealtad a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y que libran una guerra latente contra el Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS)? ¿Cuáles son las perspectivas para este país, que ha sufrido repetidas sequías, algunas de las cuales se han convertido en hambrunas generalizadas? ¿Qué proyectos pueden preverse para estas poblaciones sometidas a planes de ajuste estructural y a la devaluación del franco CFA? ¿Qué esperanza hay cuando estos componentes estructurales del caos maliense se combinan, se yuxtaponen o se autonomizan? La situación dista mucho de ser pacífica.