Procesos de absorción de ideas y productos de start-ups por grandes empresas para mantener y consolidar el poder económico y global

La concentración mundial de la industria y la innovación en pocas manos

Según la mayoría de expertos en desarrollo industrial, nos encontramos en el inicio de lo que se ha denominado la Industria 4.0, que, como define la Wikipedia:

Industria 4.0 y su sinónimo Cuarta Revolución Industrial son expresiones que denominan una hipotética cuarta mega etapa de la evolución técnica-económica de la humanidad, contando a partir de la Primera Revolución Industrial. Habría comenzado recientemente y su desarrollo estaría proyectado hacia la segunda década del siglo XXI. La inteligencia artificial es señalada como elemento central de esta transformación, íntimamente relacionada a la acumulación creciente de grandes cantidades de datos (big data), el uso de algoritmos para procesarlos y la interconexión masiva de sistemas y dispositivos digitales.

Debido a la situación en la que se encuentra la economía mundial, atravesando esta pandemia creada por el Covid-19, y se acelere más o menos rápido el flujo económico cuando empecemos a volver a la normalidad, las empresas de todo el mundo van a tratar de seguir produciendo lo mismo que hace unos meses para no perder capital ni la cuota de mercado que poseen o tenían hasta hace unos meses. Pero, con muchos menos consumidores participando en el ecosistema consumista (cuando hay recesión y ralentización de la economía las familias e individuos tienden a recortar en gastos que se considera no esencial, incentivan el ahorro y estancan sus compras hasta que lleguen “mejores momentos”) la rotación de productos en las estanterías se desacelera o se estanca sustancialmente, por lo que la mayoría de negocios habrán de buscar fórmulas extra para poder seguir a flote y con el mismo “nivel” que el que poseían en épocas anteriores, o, por el contrario, simplemente cambiar sustancialmente su forma de trabajar.

Una fuerte necesidad de reestructurarse y adaptarse

Y es que ante esta situación, solo aquellas empresas que posean la capacidad de reestructurar sus modelos y procesos internos con rapidez para adaptarse a la caída en el mercado global podrán responder con celeridad ante la situación que estamos atravesando, bien sea por la digitalización de la economía hacia el uso de sistemas descentralizados basados en criptomonedas, como por el ajuste hacia modelos productivos basados en la economía circular o de reciclaje, tanto como por necesidad imperiosa de hacer frente a la caída de consumo a nivel global que se produce con cada recesión financiera como la actual y con ello la obligación de reducir costes, minimizar procesos o simplificar estructuras.

Los que más fácil tienen esta adaptación hacia los nuevos modelos económicos de la llamada Industria 4.0 son las miles de start-ups o empresas emergentes que se crean cada año en todos los países del planeta. Son, en general, pequeñas empresas creadas por emprendedores con ideas y sueños de transformar el mundo y la sociedad en la que viven con la nueva “idea” que cambie la civilización (y sobreviva a futuras crisis). Muchos de estos jóvenes emprendedores terminan cerrando, porque esa nueva “idea” es muy difícil de encontrar o llevar a cabo, pero, si la empresa aguanta una media de dos o tres años y sobrevive a la voraz competición que el mercado impone y la criba que el público hace de productos y servicios novedosos, entonces puede iniciar una fase de crecimiento que les lleve a consolidarse como empresa estable y de ahí arrancar nuevas creaciones, producciones o prestaciones de servicios ya dentro de un ecosistema empresarial más estable que el de las pequeñas start-ups.

En todo caso, estas pequeñas empresas emergentes sí que tienen a su favor que están basadas casi exclusivamente en las nuevas tecnologías, algo necesario y de obligada implementación en estos momentos. Raramente se crean empresas que no tengan, hoy en día, algo que ver con el uso y aprovechamiento de los sistemas informáticos y las tecnologías disruptivas que han aparecido y acelerado su uso en los últimos años, y prácticamente no se abre ningún nuevo negocio “puntero” que ya no disponga de una app para conectar con su clientela potencial o no use el comercio electrónico, por no decir la IA, chatbots en sus páginas de atención al cliente, o tecnología blockchain para sus procesos informáticos, las más avanzadas.

Una rápida transformación del ecosistema

Este tipo de innovación es la que está obligando, por presión de los que “vienen por detrás”, a las grandes empresas de muchos sectores a transformarse rápidamente y adoptar esas mismas tecnologías para no quedarse a la zaga, especialmente cuando el mundo está adoptando a pasos agigantados modelos de teletrabajo y gestión online de todos sus procesos. Sin embargo, la manera de hacer esta transformación para las grandes empresas no es tanto innovando por ellas mismas, sino absorbiendo en sus enormes estructuras empresariales a esas mismas start-ups para obtener de primera mano el know-how e incorporar las mentalidades e iniciativas transformadoras en sí mismas antes de que lo haga un competidor.

De hecho, es el sueño de la mayoría de emprendedores que nacen con una nueva idea de servicio o producto en mente, y que lo desarrollan lo suficiente hasta que llega una empresa mayor y se lo compra, integrando en general a todo el equipo y “comiéndose” la estructura de la start-up, cuyos promotores deben decidir si seguir en la nueva empresa “madre” o abandonarla junto con su idea o producto e iniciar otro esperando que luego de nuevo alguien de mayor tamaño lo encuentre atractivo y lo compre una vez más.

No es per se un mal modelo de crecimiento este tipo de iniciativa. Las pequeñas empresas son las que tienen más fácil causar todo tipo de disrupción en el ecosistema industrial y tecnológico y, por lo tanto, pueden hacer todo o mucho de lo que no pueden hacer las grandes corporaciones multinacionales, dejando a un lado unas pocas que cuentan entre sus “idearios” mantener la filosofía de una start-up para poder lanzar cualquier cosa, lo más rápidamente posible y lo más ágilmente posible, aunque tengas implantación mundial y cuentes con miles de empleados en nómina. Pero, de estas, no hay tantas, y por eso un alto número de las grandes corporaciones del planeta buscan por doquier en los ecosistemas pequeños de empresas, incubadoras y hubs tecnológicos aquellas que destacan y cuyos productos o lanzamientos pueden ser absorbidos y usados en ecosistemas mayores.

El poder global del desarrollo se concentra en pocas manos

El problema que este tipo de funcionamiento conlleva, sin embargo, es que se sigue manteniendo el poder “macro” en manos de muy pocas empresas, que compran y obtienen todos los permisos y licencias de un enorme entramado de micro empresas, y de pequeños y medianos negocios, para seguir creciendo ellas, dejando en la cuneta y atrás con el tiempo a una gran parte de los que participaron precisamente de este crecimiento. Es la otra cara de la moneda. Al emprendedor que se le ofrecen millones  por su nueva aplicación o sistema, le puede dar un vuelco enorme en su vida, pero, a la larga, lo que vemos desde una visión más general es que siempre son las mismas 100 o 200 empresas “gigantes” las que van comprando y quedándose con todas las patentes, ideas, aplicaciones y sistemas innovadores que estas decenas de miles de empresas pequeñas generan. Con tal sistema, se tiene difícil revertir el poder que “los mismos de siempre” tienen sobre la economía y sobre el conjunto de estructuras que gobiernan nuestra sociedad, pues todas ellas están diseñadas para abastecer el flujo económico que mantiene funcionando la humanidad, sea en la educación, sanidad, cultura o historia, justicia, investigación, deportes o literatura. Y es que, siempre, en el ápex de la pirámide del sector empresarial que sea, están las empresas que controlan el 90% de la economía del mundo, y que simplemente alimentan el sueño de millones de emprendedores para que, a través de múltiples programas de apoyo a los mismos, puedan estos seguir desarrollando la tecnología y obteniendo el conocimiento que las va a mantener en su posición dominante y en control de la cuota de poder en el mercado que hayan conseguido.

Esto no va a cambiar a medio o largo plazo, pues no hay interés en que se permita el acceso a la “liga profesional industrial” a nuevas empresas o corporaciones, de manera que las que existen seguirán absorbiendo a aquellas que pretendan crecer en poder y en cuota de mercado, pues está ya muy estudiado y repartido, por los grandes consejos de administración del planeta, quién va a gestionar qué parte y de qué manera, y cómo van a ayudarse en algunas áreas empresas que, de cara a la opinión pública, parecen competidoras, pero, por otro lado, colaboran si lo necesitan para frenar a aquello que pudieran pretender arrebatarles la parte del pastel que ya han conseguido.

Las manos que mecen la cuna

Un análisis que combinó matemáticas y datos, realizado por científicos de la ETH de Zúrich hace unos años, ha revelado que existe un conjunto de mil trescientas dieciocho corporaciones —casi todas instituciones financieras— sobre cuarenta y tres mil corporaciones transnacionales (CT) analizadas, que dominan la economía global, gracias a sus fuertes interrelaciones, una cifra que viene incluso reduciéndose aún más, pues estas mil trescientas y pocas macro empresas siguen adquiriendo al resto de competidores a un ritmo elevado.  Esta organización de las corporaciones supone un grave riesgo para la red económica general, cuya inestabilidad fomenta, y sobre todo, controla y gestiona como conviene a las principales multinacionales. La solución sería, si fuera posible y según los autores del análisis, controlar los vínculos entre los más poderosos a través de normas de regulación internacionales.

Según James Glattfelder, uno de los autores del estudio: “la realidad es tan compleja que debíamos movernos más allá de los dogmas y de las teorías conspirativas del mercado libre, para generar un análisis basado en la realidad de que el mundo está controlado por muy pocos”.

Creemos que, en general, una parte de la población sabe que son pocos los grupos de poder económico los que controlan toda la sociedad, y se han publicado estudios previos que habían constatado que unas pocas empresas manipulaban una gran parte de la economía mundial, pero estos habían incluido solo un número limitado de corporaciones y habían omitido posesiones indirectas (de acciones o participaciones en otras organizaciones), por lo que no pudieron establecer cómo afectaba la red de corporaciones a la economía global, por ejemplo, a su grado de estabilidad. Lo que hizo el equipo de investigadores de Zúrich es utilizar la Orbis 2007, una base de datos de treinta y siete millones de organizaciones e inversores de todo el mundo, y extraer de ella las principales 43.060 corporaciones transnacionales y sus posesiones vinculadas.

Un modelo de control entre empresas

A partir de esta información, elaboraron un modelo sobre el control de unas corporaciones sobre otras, a través de las redes de compra de acciones. De esta forma, se generó un mapa de la estructura del poder económico en el mundo. De ahí sale el número de empresas “en el poder” que hemos mencionado antes, ya que el resultado reveló que existe un núcleo de 1.318 corporaciones (sube o baja según nuevas compras, adquisiciones o fusiones) que interconectan las posesiones generales en todo el mundo. Cada una de estas organizaciones tiene lazos con otras dos o más corporaciones, aunque de media están conectadas con un total de veinte. Además, aunque estas 1.318 organizaciones reúnen el veinte por ciento de los ingresos operacionales globales, en realidad poseen colectivamente, a través de sus participaciones, la mayoría de las acciones y fábricas del planeta —la economía “real”—, con las que acumulan más de un sesenta por ciento de los ingresos globales.

Profundizando más en la red de posesiones mundial, los investigadores constataron, además, que existe una “súper-entidad”, formada por solo ciento cuarenta y siete corporaciones muy cohesionadas entre sí controlando al resto o poseyendo el control de las mismas a través de su accionariado. Las posesiones de cada una de ellas son sostenidas por el resto de los miembros de esta super-entidad, que controla el cuarenta por ciento de la riqueza total de la red, lo que llevó a los autores del estudio a señalar que “en efecto, menos del uno por ciento de las corporaciones del mundo pueden controlar el cuarenta por ciento de toda la red económica”. Y, casualmente, la mayoría de estas corporaciones, como no podía ser de otra manera, son instituciones financieras.

Si en algún momento pierden el control de la economía mundial porque la propia humanidad se va a nuevos modelos de negocio que surjan de la situación actual, y las grandes empresas pierden el control del flujo que hace que el mundo siga moviéndose, es obvio que todas ellas siempre mantendrán o intentarán seguir manteniendo su poder a toda costa a pesar de la transformación que esto les requerirá acometer. Otro escenario que se vislumbra también tras esta pandemia es que, simplemente, el control de la economía dejará de estar en manos de bancos y se consolidará en las grandes empresas tecnológicas que tomen el control de la economía digital en detrimento del sistema bancario tradicional, algo que Facebook ya está intentando hacer con la creación e introducción de su divisa digital llamada Libra, aunque ahora sea un proyecto en pausa y con menos posibilidades de salir adelante tras la retirada de varias de las empresas que lo apoyaban.

Así pues, todos estos indicadores avisan de profundos cambios en la estructura de la sociedad en sus mismos pilares y organismos de control, y quizás una lucha de poder por ver quién retiene la mayor cuota del mismo y con qué tipo de sistema emergente nos quedamos cuando toda la economía mundial vuelva a la normalidad, dependiendo de cuántas macro empresas resistan el declive económico que estamos viviendo y si alguna de las actuales empresas emergentes consigue hacerse paso en el ecosistema industrial y cambiar alguna de las reglas del juego sin ser absorbida por otra que tome su potencial y lo integre en sus estructuras para reforzar su posición dominante de nuevo. Muchas incógnitas abiertas en estas épocas de incertidumbre, pero muchas posibilidades de cambio en la estructura económica global a la vista, y oportunidades que, de no haber sido por esta pandemia, ahora no estarían presentes para acometer una reforma y transformación profunda de la manera en la que se mueve el ecosistema industrial del planeta.

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