Poniendo el foco de atención en las grandes empresas que realmente son las que contaminan y dañan el ecosistema

Los malos humos de la industria

La característica principal de una gran parte de las empresas del planeta que buscan convertirse en empresas sostenibles es que están sufriendo en sus propias estructuras los problemas derivados de los ciclos de producción basados en materias primas que, cada vez, cuestan más de obtener, o que cada vez causan más daños al ecosistema y perjudican directamente sus intereses económicos.

Muchos de los modelos productivos de las multinacionales, empresas y negocios están dañando y acelerando los cambios climáticos que estamos viviendo, y notando en el planeta, pero,  por otro lado, están acelerando la conciencia “medioambiental”, hasta cierto punto, de sus dirigentes y accionistas, a pesar de que se basen principalmente en el miedo a que su estructura empresarial se venga abajo si no se consiguen reorientar parte de los procesos que ya no tienen un recorrido a largo plazo, porque dependen de un planeta que ya no tiene capacidad para producir una parte de la materia prima necesaria, o porque este no puede absorber tantos desechos y vertidos resultado de esos mismos procesos de producción.

En busca de una operativa eco-sostenible

Sea por lo tanto por conciencia medioambiental “real” o sea por la necesidad de adaptar los modelos de negocio a una realidad planetaria más sostenible con la naturaleza, lo cierto es que vemos un incremento de empresas que buscan una operativa más “eco-friendly”, es decir, amigable y compatible con el entorno natural de las regiones donde éstas tengan sus bases operativas, fábricas o centros de producción y distribución.

Nadie está más concienciado por no dañar a la naturaleza que quien depende de ella para su supervivencia, crecimiento y desarrollo, y, afortunadamente, muchos empresarios están viendo como su prosperidad depende de un entorno que habían considerado anteriormente como inagotable y casi infinito, y ahora se está convirtiendo en escaso y contaminado. Los seres humanos, muchas veces, aprendemos solo cuando ya hemos constatado el daño que hemos hecho. Cuando buscamos tomar medidas para repararlo a veces podemos o a veces ya es demasiado tarde para ello.

La sostenibilidad de nuestro modelo de crecimiento entra en modo “pánico” cuando se agotan algunas de las materias primas que son necesarias para casi todo lo que consumimos, pero que el gran público desconoce por completo cuál es su estado o cuánto queda de ello. ¿Somos conscientes, por ejemplo, de que cada vez es más difícil obtener arena para la construcción de viviendas? Alguno podría pensar que arena hay en cantidades casi infinitas en los desiertos de la Tierra, pero esa arena es demasiado fina y no es adecuada para ser usada junto con el cemento para crear hormigón o asfalto para las carreteras, siendo necesario un tipo de arena que hoy en día se encuentra en lechos de ríos y cuencas fluviales que están siendo tan sobreexplotadas, que solo el hecho de sacar una tonelada más puede alterar irremediablemente todo el ecosistema natural de la zona, y causar daños irreversibles, o casi, durante décadas.

La contaminación también es globalizada

Evidentemente es muy difícil mantener el radar sobre todo esto desde el punto de vista del consumidor final, que solo ve como acciones individuales como el reciclaje y la toma de conciencia sobre el uso reducido de vehículos de gasolina o Diesel ayudan algo a emitir menos contaminación a la atmósfera de las ciudades en las que viven. Aun así, el peso de la sostenibilidad recae sobre las grandes corporaciones mundiales, que son las que controlan una gran parte del ecosistema productivo de fábricas del planeta, las que contaminan más y las que generan una mayor parte de residuos tóxicos que terminan permeando la biosfera, los sistemas naturales de agua y nutrientes del suelo, y provocando cambios medioambientales que luego se reflejan como problemas a nivel de los alimentos que cultivamos y cosechamos. Esto es debido a que sembramos en suelos más contaminados incluso sin haber usado excesivos productos químicos en el proceso, pues estos circulan por los canales interiores y los acuíferos del planeta llevando los tóxicos y toxinas de un lado a otro del globo.

Y es que está todo tan conectado con todo que, ante la incredulidad de muchos científicos, se han encontrado micropartículas de plástico flotando en el aire en lugares como el Polo Norte, donde no existe, a muchos kilómetros de distancia, ninguna población emisora de este tipo de desecho, pero las corrientes de aire los llevan y los desplazan por toda la geografía. Es también bastante conocido que una botella de plástico que termine en la basura y no se recicle puede acabar en la enorme balsa del Pacífico que va a la deriva con toneladas de desechos urbanos generados a miles de kilómetros de distancia, en cualquier vertedero de la otra punta del globo donde pasarán décadas antes de que pueda descomponerse.

¿Más presión ciudadana?

Por lo tanto, ¿Cómo ponemos el foco en que sean las grandes empresas las que tomen la responsabilidad del cambio sin que la presión social y mediática parezca “echar la culpa” al pequeño consumidor por esta aparente catástrofe medioambiental que estamos sufriendo? Es decir, ¿Cómo hacemos para que quiénes están realmente causando los daños al ecosistema natural puedan tomar consciencia de ello, sin dejar por otro lado de que cada individuo aporte lo que pueda cuidando el planeta en aquello que esté al alcance de su mano?

Una de las respuestas que podríamos dar sería la misma presión ciudadana a estas empresas contaminantes y poco respetuosas con el medio ambiente. Cuando se genera alarma social porque en un determinado lugar ya no se puede respirar el aire de la zona, cuando muchos pozos de agua potable están secándose o contaminándose, cuando se están talando los pocos restos de bosques y selvas que quedan para sacar rédito económico al espacio que ocupan, no podemos hacer otra cosa que señalar a las empresas que están detrás de ello y echar la carga social del impacto climático sobre ellas, no solo sobre los ciudadanos.

Si las empresas que rigen el ecosistema mundial y la economía de la sociedad no alteran sus métodos de producción y uso de las materias primas, no solo estas terminarán por agotarse, pues por mucho que la Tierra regenere una parte de aquello que extraemos de ella, el ritmo de extracción y abuso es mayor que la velocidad de regeneración, además que la contaminación y los vertidos, generados por los desechos de esta misma producción, alteran los ritmos y capacidades del propio ecosistema para regularse de nuevo y recuperarse en la medida de lo posible.

Por lo tanto, hay que poner el foco en las grandes multinacionales y empresas que dominan el comercio y la extracción de materias primas y aquellas que abusan de estos recursos naturales para que la sociedad les exija que busquen métodos alternativos y se cambien los sistemas de producción. Es algo que ninguna empresa desea hacer, pues el coste del ajuste a corto plazo es enorme comparado con los beneficios para el planeta a largo plazo. Y es en esta estrechez de miras donde reside uno de los mayores problemas de la humanidad, pues somos incapaces de darnos cuenta, en general, de las consecuencias a pocos años vista que tienen nuestras acciones de hoy en términos macro planetarios.

Otra forma de hacer las cosas

Puesto que en general se hace muy difícil convencer a un consejo de administración de que busque alternativas más ecosostenibles si su modelo de negocio no está en juego a corto plazo, muy pocas personas con poder de dirigir y cambiar el rumbo de su empresa tendrán la valentía de tomar decisiones ahora con vistas a modificar sus procesos productivos para que vayan más en consonancia con la biodiversidad y la sostenibilidad de la Tierra.

Hace falta además mucha formación para todos estos niveles de gestión empresarial, pues no ayuda el alarmismo de los medios de comunicación que encuentran un filón informativo en este tipo de temas que tienen que tratarse y planificarse con mucha calma, y buscando la manera de transformar la forma en la que nos relacionamos con la naturaleza en estos momentos para que podamos sobrevivir a los cambios que podemos llegar a provocar en ella si no lo hacemos.

A veces parece casi irónico que el ser humano no se dé cuenta que sin árboles no puede respirar, sin abejas no se pueden polinizar las flores y sin agua limpia no podemos vivir. Parece que hasta que no estemos enfermando todos nosotros por la contaminación y polución de nuestra atmósfera alguien no se pondrá en marcha para arreglarlo. Lo malo es que ya no se podrá arreglar porque no tenemos tecnología para limpiar el aire, solo tenemos tecnología para contaminar algo menos, pero contaminar algo menos significa seguir contaminando a un ritmo menor, lo cual implica que, en vez de no poder respirar aire hoy, no lo podré respirar mañana, lo cual no deja de ser una forma ilógica y poco consistente de enfocar nuestra visión de la vida y nuestra responsabilidad como seres humanos para el planeta que nos acoge.

Difícilmente encontraremos soluciones mientras no exijamos no solo a los gobiernos, que al final son quienes ponen y deciden parte de la legislación vigente en materia medioambiental, sino directamente a las empresas, que cambien sus modelos de interrelación con el ecosistema planetario, pero esto no lo hará ninguna multinacional o empresa local, a menos que su modelo de negocio se vea en peligro, o a menos que la sociedad se ponga firme y exija cambios reales por medio de una publicidad negativa y una exposición a los medios de forma masiva de las prácticas negativas que estos sectores puedan estar teniendo.

Que las personas promuevan el cambio

Esperemos que la conciencia social de las personas que a nivel individual se están dando cuenta de esto, sin ser manipuladas o politizadas por unos sistemas de marketing político de cara a la opinión pública, puedan promover en aquellos eslabones de la estructura superior de la gestión empresarial la idea de que no sirve de nada contaminar menos o destruir un poco menos el ecosistema hoy si con eso consigo los beneficios marcados por la hoja de ruta de mi consejo de administración y, mañana, cuando ya no tenga materias primas, o cuando la parte del ecosistema de la que dependo para seguir creciendo ya no puede recuperarse, ya habrá otro en mi posición para encargarse de ello y dar la cara por el daño causado.

A pesar de que esta forma de operar, cuando es expuesta de esta manera nos resulta completamente inaceptable e indeseable, es la manera en la que funciona en estos momentos el sistema empresarial de nuestra sociedad, de puertas hacia adentro, promoviendo solo micro acciones publicitarias para mostrar micro cambios en procesos que no alteran el modelo de negocio ni la forma en la que se maltrata al planeta, solo calma a la opinión pública y la deriva hacia otros aspectos que permiten que se siga explotando la naturaleza para que no se frene la cadena de producción y suministro, no se dejen de vender u ofrecer servicios, y no baje la facturación anual por ello.

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