Los emigrantes subsaharianos siguen cruzando el Sáhara y el Mediterráneo. Los flujos son especialmente difíciles de estimar en el desierto, donde se cree que los peligros son mayores.
Sophie AMSILI
Apenas pasa una semana sin que continúe el macabro recuento de migrantes que mueren en el Mediterráneo o en el desierto en África. La semana pasada, una piragua que transportaba a 300 personas, en su mayoría senegaleses y gambianos, se partió en mar abierto frente a Mauritania, matando a 25 personas. La embarcación se dirigía a las Canarias, una de las puertas de entrada a Europa. El archipiélago español ha registrado 19.700 llegadas de inmigrantes ilegales desde principios de año, lo que supone un aumento interanual del 160%, tras las cifras récord de años anteriores
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El flujo de migrantes hacia el norte de África no cesa, tanto si cruzan el Sahel como el Mediterráneo camino de Europa. Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), casi 88.000 personas han llegado ya a Europa desde África desde principios de año, 800 de las cuales han muerto. Tras alcanzar un máximo de más de un millón de llegadas durante la crisis migratoria de 2015, el número de migrantes que llegan a Europa ha oscilado entre 100.000 y 150.000 al año durante algunos años. En 2023 se produjo un repunte (hasta 270.100), que parece continuar este año, con picos que suelen producirse en verano y otoño.
El desierto, más mortífero que el mar
¿Cuál es la situación río arriba, en las rutas que van del Sáhara a las orillas del Mediterráneo, donde los medios de comunicación y las autoridades están menos presentes y donde la falta de papeles y de centros de internamiento dificulta el seguimiento del paso de los migrantes? Según un informe publicado a principios de julio por el ACNUR, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Centro Común para las Migraciones (CMM), los flujos migratorios también van en aumento. Esto se debe al empeoramiento de la situación de seguridad en el Sahel -donde se han sucedido los golpes de Estado y se han intensificado la violencia intercomunitaria y las amenazas terroristas-, pero también a los efectos del cambio climático, así como al «racismo y la xenofobia contra los refugiados y los migrantes».
Por ello, también es difícil estimar el número de muertes resultantes de estas travesías del desierto. «Es probable que las cifras infrarrepresenten gravemente la situación», prosigue el informe. De las «sólo» 1.180 muertes registradas oficialmente en el Sáhara desde principios de 2020, el informe indica que casi la mitad fueron causadas por accidentes de tráfico, una cuarta parte por las condiciones hostiles del Sáhara (exposición al sol, deshidratación e inanición) y el 12% restante por la violencia. Entre estos últimos, se han denunciado casos de tortura, secuestro extorsivo, explotación sexual, esclavitud y extracción de órganos.
Estos peligros están «mucho menos documentados y publicitados» que los que conlleva la travesía del Mediterráneo, señala el informe. El ACNUR calcula que el número de muertes en el Sáhara es el doble que en el Mediterráneo.
Países de inmigración
Estos emigrantes subsaharianos vienen a buscar empleo y mayor seguridad en los países del Magreb, que tienden a considerarse cada vez más países de inmigración. Túnez, que el verano pasado firmó un acuerdo de asociación con la Unión Europea para frenar la emigración ilegal a cambio de 105 millones de euros, es un ejemplo llamativo. Desde hace más de un año, su Presidente populista Kaïs Saïed defiende la teoría del «gran reemplazo» y lanza una caza de emigrantes.
El número de migrantes interceptados antes de intentar la travesía hacia Europa se ha disparado este año. Varados en Túnez, muchos de ellos han sido expulsados de sus hogares y empleos, y más de la mitad viven ahora en la calle o en campamentos improvisados, según el Foro Tunecino para los Derechos Económicos y Sociales (FTDES). Al anunciar la creación de un puesto de Comisario para el Mediterráneo cuando vuelva a ser nombrada al frente de la Comisión Europea, Ursula van der Leyen se comprometió a trabajar en nuevas asociaciones con nuestros vecinos del sur, especialmente en materia de migración, y a «reflexionar sobre nuevas formas de combatir la migración irregular respetando el Derecho internacional […]».