Actualmente los combatientes a sueldo de Wagner son el verdadero problema
El último soldado francés murió el viernes por la mañana por una explosión de kalashnikovs en la zona de Gossi, cerca de la frontera con Burkina Faso. Maxime Blasco tenía 34 años y es la víctima número 52 de la batalla de París en Malí, que comenzó en 2013 cuando el entonces presidente François Hollande envió helicópteros de combate para repeler a los islamistas hostiles hacia la capital, Bamako. Como la inmensa mayoría de sus afines guerreros que estiraron la pata combatiendo a cuenta de los yihadistas africanos, Blasco era importante por una edad táctica talentosa para batallar en las arenas del desierto. Hasta tal punto que la prensa francesa llama a los hombres de la Operación Barkhane «hijos del Sahel».
En Malí, Francia ha enviado más de 5.000 hombres que completan prácticamente cada día asaltos con robots y poderes únicos en un distrito tan extenso como Europa. En diciembre, por elección del presidente francés Emmanuel Macron, la táctica debería abandonar las fundaciones de Kidal, Tessalit y Tombuctú, en el norte de Malí, y en 2023 la cantidad de franceses que trabajan en la localidad debería disminuir en 2.000 hombres. Para Macron, Francia ya ha hecho su parte y solicita la intercesión de otros militares europeos para controlar las fronteras con Mauritania, Libia, Argelia, Níger y Burkina Faso.
Por otra parte, desde el año pasado, las concentraciones yihadistas de Malí, a las que se permite moverse sin ser molestadas con el pretexto de que el Estado está desaparecido, han empezado a cultivar las llamaradas de entre contenciones étnicas, agravando las anticuadas rencillas entre ganaderos y agricultores, entre peul y dogon.
De ahí que París haya optado por rediseñar su presencia táctica sobre el terreno a cuenta de un dispositivo más confinado y más asociado a las fuerzas armadas de proximidad, que despacha fundamentalmente asaltos designados contra los jefes de la yihad. Otra técnica ha dado efectivamente sus frutos: el 16 de septiembre, los militares franceses mataron a Adnan Abu Walid al-Sahrawi, su «adversario de necesidad» en el Sahel y creador del Estado Islámico en el Gran Sahara.
Desde 2011, Al-Sahrawi ha sido responsable de la mayoría de las ofensivas más sangrientas en Mali, Níger y Burkina Faso. Su fin es igualmente la exhibición de que, aunque disminuyendo sus soldados, París no está dispuesto a abandonar Mali ni el conflicto contra la opresión psicológica en la zona. Sobre todo porque en la nación africana funciona actualmente la misión EUTM Mali, compuesta por 700 guerreros de 25 naciones europeas.
Esa no es la valoración del líder de Bamako, Choguel Maiga, que ayer en la tribuna de Naciones Unidas censuró a París por haber «dejado que su nación no atraiga la atención de nadie». Maiga afirmó asimismo que debe suplir la carencia que deja París con la retirada de la gran mayoría de sus soldados. Eso se suma a la nueva disidencia de miles de inconformistas que constantemente en la capital reafirman su ayuda a los especialistas temporales y solicitan vínculos más estrechos con Rusia. Entre bastidores, se han iniciado conversaciones sobre los especialistas malienses con la organización rusa de seguridad privada Wagner para cerrar un contrato de cooperación táctica.
Han circulado noticias de que el gobierno de Bamako está cerca de llegar a un acuerdo con Wagner para el envío de 1.000 combatientes rusos a sueldo en un acuerdo valorado en más de 10 millones de dólares al mes. Según han indicado fuentes similares, el entendimiento podría igualmente asegurar al grupo Wagner la entrada en tres depósitos de minerales, dos de oro y uno de magnesio.
La ministra francesa de Defensa, Florence Parly, se ha alzado contra la organización paramilitar de Wagner, próxima al Kremlin y ahora mismo enormemente presente en Libia y en la República Centroafricana. «No podemos estar disponibles en Mali con soldados contratados». Pero cualquier intercesión de la organización paramilitar rusa inquieta igualmente al resto de la Unión Europea. Como dijo el Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, la presencia de trabajadores rusos en el proyecto «se lo pensaría dos veces antes de colaborar y tendría prontas ramificaciones para el gobierno de Bamako.»