Biohacking y hacia una posthumanidad “mejorada” genéticamente
La naturaleza humana nos ha diseñado y provisto de una estructura biológica compleja, multifuncional y perfectamente adaptable a cantidades ingentes de cambios en el entorno exterior. Nuestro vehículo físico funciona, en casi todos los casos, con una precisión sin igual en todos los sistemas conocidos o diseñados por el hombre, y poseemos multitud de mecanismos que facilitan que cada componente del cuerpo que usamos y que nos permite literalmente estar vivos en esta experiencia “terrenal” pueda llevarse a cabo.
Explorando nuestra programación genómica
Esto, sin embargo, puede estar cambiando. Desde que aprendimos a descodificar la secuencia genómica en el año 2016 y hemos ido comprendiendo cómo funciona nuestro ADN, hemos podido ir introduciendo cambios en el mismo a pequeña escala. Esto fue posible gracias al Proyecto Genoma Humano, un proyecto internacional de investigación científica con el objetivo fundamental de determinar la secuencia de pares de bases químicas que componen el ADN e identificar y cartografiar los aproximadamente 20.000-25.000 genes del genoma humano desde un punto de vista físico y funcional.
Con esta base, se ha desarrollado la tecnología CRISPR, que nos permite ya alterar o modificar algún gen en concreto para pequeñas mutaciones o cambios programados que puedan eliminar algún tipo de problema genético, cambiar o alterar alguna característica en nuestras dobles hélices y, en general, ayudarnos comprender mucho mejor cómo funciona nuestro organismo y los programas y códigos que se encuentran en la base de la gestión del mismo.
A medida que vayamos aprendiendo más y más, y podamos ir entendiendo de forma completa y profunda que gen controla qué parte del cuerpo, o si cambiando alguna parte de nuestro ADN podemos alterar una parte del organismo, estaremos más cerca de poder modificar todo nuestro vehículo fisiológico a niveles no conocidos por la ciencia humana en todos los años de su existencia.
Biohacking y manipulación genética
El biohacking, los procesos, técnicas y protocolos mediante el cual uno mismo hace pruebas en el organismo para alterar el propio ADN con fines experimentativos, empieza a estar en tímido auge, y la manipulación de embriones para que se desarrollen de una determinada manera ya ha sido noticia, especialmente debido a los experimentos con bebés en algunos laboratorios. El más notorio de estos casos trascendidos a la opinión pública fue el del científico chino He Jiankui, bajo arresto luego por violar la ley china de experimentación genética, pero posiblemente haya otros similares de los que no tenemos conocimiento. Este tipo de experimentos se producen para evitar problemas genéticos heredados de padres, o para que estos pudieran escoger alguna característica determinada del cuerpo de sus futuros hijos, y se empezaron a probar para tratar de obtener cambios en la secuencia genética que nos llevarán a tener el cuerpo con una configuración más acorde a lo deseado por uno mismo, y no tanto a capricho de los genes heredados de nuestras generaciones anteriores.
A pesar de que este campo de conocimiento es una novedad y algo lejos del alcance de la mayoría de personas en el planeta, es un movimiento social que va tomando cada vez más fuerza especialmente en Estados Unidos, donde ya se empezó hace años por facilitar un simple análisis del ADN a través de páginas webs que podían darte una descripción del mismo basándose en un test qué hacían con una muestra que tu mismo les enviabas. Las técnicas y programas de descodificación del ADN que fueron desarrolladas en las décadas precedentes y que nos llevó al logro de ser capaces de descifrar el patrón programático y tremendamente complejo de las proteínas y químicos que nos forman han facilitado que empresas como 23andMe, MyHeritage DNA o 24Genetics, sean cada vez más populares.
¿Pondremos límites a este progreso científico?
¿Hasta dónde vamos a poder llevar esto? Es decir, ¿vamos a ser capaces literalmente de manipular nuestro ADN con técnicas que serán cada vez más comprensibles y fáciles de aplicar y estarán al alcance de cada vez un mayor número de personas? Todo apunta a que así será. Es decir, todo apunta a que el progreso científico y los adelantos en genética y en bioingeniería nos llevan irremediablemente hacia una sociedad que, a unas cuantas décadas vista, podrá escoger un gran número de parámetros físicos del cuerpo que ha de “usar”, y, por lo tanto, habrá “modas” respecto a cómo queremos que sea nuestro vehículo orgánico.
Es algo que ahora mismo se nos escapa. La comprensión de lo que esto significa está más allá de las implicaciones que podemos imaginar. ¿El cuerpo humano a la carta? No, aún no estamos ahí, aún lejos si se quiere, pero en el camino de conseguirlo, porque no hace falta más que aprendamos a cambiar a voluntad el color de los ojos, algo que ya más o menos sabemos hacer, aunque no se publicite con demasiado entusiasmo por el movimiento social que está en contra de ello, o que sepamos eliminar un gen que trae algún defecto heredado genéticamente, o que podamos inhibir alguna característica no deseada o buscar la manera de activar otra, etc.
Todo esto está ya en manos de las técnicas producidas y desarrolladas por los laboratorios y empresas de bioingeniería del mundo más avanzadas, y, como tales, es cuestión de tiempo que sus métodos y productos salgan al mercado con mayor o menor rapidez según la resistencia y lo que tarden en encontrar un nicho de negocio adecuado para ello.
Un nicho de mercado nuevo y por explotar
Este mercado, tal y como está la situación en estos momentos, existe, pero está semi-oculto. Padres que desean que sus futuros hijos no posean según qué gen que ellos sí que tienen de una determinada manera, que desean que tengan un color de pelo o de ojos determinado, que quieren inhibir algún rasgo fisiológico para que desaparezca de las siguientes generaciones, etc. Razones hay muchas, algunas éticas y con una base “moral” detrás o de salud o de preocupación o simplemente de estética.
En otros casos, los experimentos para que esto salga bien también pueden sembrar mucha preocupación en la sociedad si se hicieran públicos, pues tocar el genoma humano lleva a la mente de muchas personas a situaciones que hasta ahora solo hemos visto en el cine y en películas y series de miedo. Pero no tenemos más que echar un vistazo a la serie West World de la productora HBO y entenderemos lo que estamos, como sociedad, yendo a construir en el futuro. Por un lado, la modificación del propio genoma humano para cambiar algo en el organismo que tenemos o que deseamos en nuestros hijos. Por otro lado, la capacidad de fabricar nosotros mismos cuerpos biológicos y humanos con una determinada característica directamente programando el genoma y trabajando con su secuenciación y alteración para crear el vehículo físico perfecto, o, al menos, perfecto para aquello que se desee hacer con él.
Una nueva generación de “Capitanes América”
¿Podremos crear soldados perfectos? ¿Un estilo “Capitán América” basándonos en una configuración genómica estándar? ¿O qué tal un ejército de clones todos con la misma fuerza, rapidez, resistencia y habilidad? De nuevo, es cosa de películas, porque la humanidad no está aún en ese nivel de desarrollo, o quizás sí, pero solo aquellos en la élite del conocimiento en genética y bioingeniería, pero es indudable que cuando la tecnología existe, el ser humano siempre la usa, y no hay otro camino para la manipulación genética que hacer pruebas para cambiar todo lo que se pueda cambiar. Ahora nos limitamos al color de pelo, a curar una enfermedad o a cambiar la tonalidad del iris, pero ¿quién se va a parar aquí cuando ya sabes que puedes cambiar cualquier otra cosa y sabes cómo?
Lo que queremos decir es que nunca hasta ahora el ser humano se ha detenido por motivos morales o de consciencia ante el progreso tecnológico. Si tenemos tecnología atómica, creamos una bomba además de centrales para que nos den energía, si tenemos tecnología genética, salvamos vidas curando enfermedades pero podemos crear cuerpos completamente a nuestro antojo y deseo, o combinar todo ello y crear seres humanos programados desde nacimiento para una determinada función. Nada de todo esto es malo o bueno per se, en el sentido de que el conocimiento no deja de ser conocimiento, simplemente, no todo el mundo va a ser consciente de cómo se aplicará hacia ambos extremos de la ecuación.
Movimientos sociales en contra, y tecnología a favor
Existen ya movimientos sociales en contra de la manipulación genética del ser humano, aunque somos todos conscientes de que hemos manipulado y seguimos haciéndolo con plantas, así que ya nadie se preocupa por el maíz transgénico o los tomates sin semillas. Lo mismo con los animales, así que podemos clonar ovejas o manipular ratones para cambiar toda su estructura genética. Ningún convencimiento moral o ninguna ley podrán terminar prohibiendo que todo lo aprendido se acabe probando en humanos, como se hace a pequeña escala en casos muy determinados como hemos mencionado al principio.
Y es que, en este tipo de negocio, hay mucho dinero en juego. Hay mucho dinero invertido en las investigaciones, y en los costosos aparatos y equipos de laboratorio, y, por lo tanto, las grandes empresas querrán recuperarlo de alguna manera en algún momento, ofreciendo productos de “bajo impacto negativo” al público, como curar alguna enfermedad o alterar alguna característica menor en el organismo, para que nos vayamos habituando en algunas décadas al hecho de que el cuerpo humano se puede cambiar y manipular tanto como un tomate o el maíz. Es solo cuestión de unos cuantos miles de genes más que estudiar y un poco más complejo de llevarlo a cabo, pero no por ello deja de ser posible hacerlo.
Humanos “mejorados”
Esto, entonces, nos lleva a otro tema. Imaginemos dentro de 30 años que esto que ahora ponemos como “empezando” sea la norma y algo completamente aceptado por la sociedad. ¿Nos seguiremos considerando “humanos” como ahora si podemos escoger el tipo de cuerpo que queramos y la forma y características del mismo, y si muchos de esos cuerpos nacen en laboratorios para hacer algunas funciones que el resto de nosotros ya no queramos hacer? Esa era de poshumanidad por manipulación genética es otra pesadilla de la ciencia ficción, pero creo que la ficción nos ha demostrado que todo lo que está en la psique común y que termina reflejándose en una película en algún lugar de nuestro mundo está siendo investigado, llevándose a cabo o en fase de implementación. No tiene por qué reflejar exactamente lo que la serie o película nos muestra, lo que queremos decir es que si está en el imaginario colectivo, la humanidad siempre encuentra o fuerza la manera de que eso se haga realidad, aunque sea a muchas décadas vista en nuestra visión lineal del progreso.
¿Modificaciones genéticas para ir al espacio?
A partir de que normalicemos la manipulación del cuerpo físico, otra barrera habrá caído en nuestra civilización, y hay compañías y gobiernos que están buscando la manera que dejemos caer ya esa barrera porque hay planes muy ambiciosos que pueden necesitar de esas técnicas y manipulaciones genéticas. Imaginemos el ser humano queriendo conquistar otros planetas, o, por lo menos, para ser algo más modestos, explorarlos. ¿Y si pudiéramos alterar genéticamente a nuestros astronautas para hacer un viaje mucho más fácil de resistir a Marte o a cualquier otro punto del sistema solar? ¿Y si pudiéramos cambiar algunas características para aquellos que vayan a pasar meses en órbita para que se acostumbren con mayor facilidad a la ingravidez o a las condiciones de nuestro satélite, nuestras estaciones espaciales, nuestros cohetes o nuestras misiones tripuladas a otros planetas, cuando estemos en condiciones de hacerlas?
Entonces tendrá sentido, dirán muchos grupos contrarios a ello ahora, porque habrá un motivo para crear personas con ciertas características, ya que se van a pasar muchos meses en el espacio, quizás años, y vivir en condiciones diferentes a las de la Tierra. Y cuando esas personas mejoradas genéticamente se reproduzcan y tengan hijos superiores genéticamente, ¿será aceptado también? Entonces tendremos ya una minúscula parte de la población mejorada genéticamente y sus descendientes también, mientras el resto seguiremos padeciendo nuestras enfermedades y procesos de envejecimiento y “caducidad” que esta parte “mejorada” quizás haya conseguido solucionar.
¿Qué hará el resto de la humanidad? Seguramente se preguntará por qué no puede poseer las mismas características y potenciales que aquellos que fueron diseñados para irse a las estrellas, y, de esta manera, empezará la demanda de tratamientos para la alteración genética, y, si se desarrolla lo suficiente, el biohacking para que pueda ser auto aplicado y puesto en práctica por uno mismo. En definitiva, una espiral que lleva a una poshumanidad “mejorada”, que de nuevo, nos suena a ficción ahora, pero no lo será en unas pocas décadas visto el desarrollo genético y la dinámica que se está desarrollando en esta área de la investigación científica.
Un cambio de paradigma en nuestra especie
De nuevo, no podemos juzgar ahora si eso será bueno o malo. Simplemente seremos diferentes. Y ser diferente tampoco es negativo, es solo eso, cambio. Un cambio radical en nuestra civilización que puede permitir enormes avances en muchos aspectos y que una parte de la comunidad científica ve con buenos ojos, otros ven con rechazo y otros aún no comprenden lo que se les está preguntando.
La opinión pública aún está “verde” en ese sentido. La mayoría rechaza la alteración del genoma sólo por motivos estéticos o caprichosos de unos padres con dinero, por otro lado, aprueban esta misma alteración por motivos “humanitarios” y de salud, así que es más bien una cuestión moral más que científica lo que va a determinar el ritmo por el cual llegaremos a tener estuches de auto alteración genética en casa o conseguir que las nuevas generaciones de aquí a un tiempo ya vengan “mejoradas” de serie, a falta de mejor término.
Nos faltará crecer como sociedad en consciencia y responsabilidad a la vez que en conocimiento científico y genético para poder lidiar con este cambio tan fundamental en la raíz de nuestra especie, que es ser capaces de alterar los códigos y la información del ADN que nos hacen ser como somos. Cuando hayamos comprendido las implicaciones que esto tiene, y si conseguimos que el debate sea global y público, quizás podamos controlar la carrera por conseguir al “poshumano” antes de que las empresas se lancen a la modificación masiva por el alto impacto económico que eso les reporta pero lo hagan fuera del escrutinio público, y sin supervisión de organismos internacionales o reguladores que controlen aquello que se manipula, se crea o se modifica.
Nadie quiere ver un ejército de clones invadiendo por parte de un país al país de al lado para obtener sus recursos naturales, ni tampoco una generación de seres humanos longevos, sanos y sin ninguna “tara” al lado de miles de millones que mueren por degeneración, enfermedad o problemas físicos que pueden ser corregidos solo encendiendo o apagando un gen en nuestro ADN.
Será un debate largo, y habrá que expandir consciencia e información al respecto mucho antes de lo que nos lo esperamos. Veamos hasta dónde puede la sociedad controlarlo o encauzarlo sin que suponga un problema para toda nuestra especie y la humanidad que representamos.