La economía de los regalos
Desde hace años la situación financiera y económica global se encuentra en un periodo de alta volatilidad y “tensión” que puede “echar por tierra” los mejores esfuerzos de todos los responsables económicos de nuestra sociedad por mantener una estabilidad monetaria que facilite el crecimiento de la misma. Las guerras comerciales entre países por frenar sus propios problemas y desajustes económicos ponen en jaque el sistema mundial interconectado y completamente interdependiente, en el que si una de las partes cierra un grifo, se produce sequía en el otro punto de la instalación, y donde sí otra de las partes abre una compuerta, docenas de elementos se inundan a miles de kilómetros de distancia.
Un mundo híper-conectado
Este sistema fue construido así “a propósito”, de manera que toda nuestra civilización se sostuviera en los pilares de la economía globalizada en la que ningún país pudiera poner en peligro el desarrollo de la mayoría por políticas que rompieran el flujo de entrada y salida de capitales, de reservas monetarias o de intercambios financieros. Aquellos que estuvieron en el poder en los primeros momentos de creación de las estructuras económicas actuales tenían muy claro que había que impedir que un solo actor pudiera tomar el control del total de la economía mundial, e hicieron lo posible por implementar políticas de intercambio global donde la propiedad de un recurso se encuentra a menudo repartida entre muchos “stakeholders” que dependen mutuamente unos de otros para que lo que envíen, emitan o paguen por un lado, puedan recibirlo o cobrarlo por otro.
Hoy en día, hay pocas grandes empresas multinacionales que no tengan parte del control de otras empresas igual de grandes de otros sectores, y estas últimas toman una parte del control de las primeras a través de terceros, que hacen de intermediarios para evitar una concentración excesiva, de cara al público, del poder en pocas manos y consejos de administración. Por eso, cuando se intentan ejecutar y poner en marcha políticas proteccionistas de la economía para un país determinado, todo el flujo mundial se resiente, y hay que ser inventivo para encontrar soluciones creativas, legales y financieras que vuelvan a restablecer el equilibrio que interesa a las grandes corporaciones y esferas de poder mundial, cueste lo que cueste en términos de ajustes y reestructuraciones en los eslabones más pequeños de esta cadena de la globalización mundial.
El efecto mariposa
Cuando a nivel macroeconómico las diferentes organizaciones que regulan y vigilan los entramados financieros hacen sus informes y reportes anuales, suelen tener en cuenta que un estornudo económico en Asia termina causando un dolor de cabeza en Europa y un resfriado en América, pero mientras que el flujo económico siga su curso, y los activos financieros puedan seguir circulando como corrientes de aire para mantener la “energía” de la economía en perpetuo movimiento, no hay mayor problema que el que pueda llevar a aplicar medidas “menores” para curar ese “resfriado americano” o paliar el “dolor de cabeza europeo”, y viceversa cuando son los mercados de este lado los que afectan a los mercados del otro.
Y es que la economía, a nivel de vista de pájaro, es eso, una “corriente energética” que proporciona el combustible necesario para mover el mundo. Luego, a vista de zoom microscopio, se compone de millones de reglas, leyes y trámites, de impuestos y tasas, de transacciones y parámetros financieros, pero que, por sí solos, no aportan o quitan nada, siendo solo tornillos de una enorme estructura global que tiene que mantenerse funcionando a toda costa, como las células individuales de un órgano en el cual, si una célula sufre un problema, es un inconveniente menor que puede subsanarse con mayor o menor facilidad, mientras que si el órgano en su conjunto falla, entonces todo se derrumba y hace fallar al cuerpo en su totalidad.
Así, puesto que la economía y las transacciones económicas son el motor y órgano principal de la civilización humana, es el único pilar que siempre se tiene que mantener en perfecto estado, sin importar lo que les suceda al resto de componentes, que se basan en este primero, y que no son sino puntales para que siga funcionando. Y no importa si hablamos de la educación, la sanidad, la cultura, el arte o la historia, la biología o la justicia, todo tiene como sustrato base y todo sirve para apuntalar los sistemas económicos de los países y regiones económicas del planeta, que, a cambio, dotan a los individuos que se encuentran bajo esas áreas de recursos “mínimos” para que sigan siendo pistones individuales de la economía global.
Cuando un individuo a nivel personal deja de contribuir o no facilita el libre cambio financiero y económico, no suele pasar nada, pero si grupos enteros, sociedades o incluso algún país decide no participar, protegerse o aislarse de la vorágine que imponen los mercados internacionales, tiene los días contados, en sentido metafórico, pero a veces literal, pues es el equivalente a una válvula rota dentro de una estructura de conducción del agua que de repente presenta una fuga enorme o que, por el contrario, tapona una parte del sistema.
En nombre de…. la economía
De ahí que muchos de los conflictos que se enarbolan en nombre de las ideas, de la libertad, de las patrias y de las religiones no son más que disfraces para los “fontaneros” de la economía que buscan la manera de volver a incorporar al país, región o grupo a las tuberías de la globalización financiera mundial. Y estos fontaneros, en general, no son los políticos o presidentes de ningún país, sino las mismas grandes corporaciones que tienen el poder de todos los ámbitos y sectores de la sociedad de los que son propietarios directos, o propietarios indirectos por poseer parte de las acciones de otras empresas que poseen el control de otras zonas o recursos. Así, cuando las enormes macro corporaciones ven como los flujos de la energía económica se estancan en un punto, por políticas nacionales de privatización, aislamiento, nacionalización y proteccionismo, mandan sus fuerzas “revolucionarias” en forma de millones de dólares hacia grupos internos disidentes, o contrarios al poder que ha tomado esas decisiones, para que entonces, en nombre de cualquier excusa inventada que cale en la psique común de aquellos que van a sufrir las consecuencias o que han de aprobar y dar el visto bueno a la intervención, puedan volver a revertir la situación y volver a conectar la economía local, regional o nacional a la estructura mundial de la economía circular de la humanidad.
Este sistema, por supuesto, es completamente injusto, es completamente esclavizador y es completamente destructor para la libertad de cada pueblo de decidir qué hacer con sus recursos, cómo gestionarlos y cómo dotar a su población de estos beneficios que estos reportan. Y, sin embargo, es prácticamente imposible salir del mismo, porque para ello habría que destruir los profundos cimientos que se han construido para mantener este sistema funcionando a pleno rendimiento 24h al día, 7 días a la semana.
Por otro lado, si hay una energía en marcha que mueve el mundo con miles de indicadores macroeconómicos que nos sirven para monitorizar su estado, no es menos cierto que a medida que la sociedad cambia, evoluciona y toma consciencia de ello deben ponerse en marcha medidas que maquillen este sistema de control y que lo hagan más aceptable para sus piezas y fuentes de energía principales: cada ser humano.
La necesidad imperiosa de mantener el consumismo
Posiblemente nos hayamos todos dado cuenta que el consumismo es el elemento clave para que nunca se pare el motor de la economía que hemos explicado. Pero para que nunca se pare, siempre es necesario que alguien esté consumiendo algo. A medida que aquellos en el poder se exigen a sí mismos más y mejores resultados económicos a base de explotar a la base de este mismo sistema, se hace necesario añadir más consumidores a la estructura para sostener el crecimiento deseado de los beneficios y resultados esperados. Sin embargo, la mayoría de consumidores ya no pueden consumir más, por lo que la única manera es empezar a formar consumidores nuevos desde muy jóvenes, siendo los niños los objetivos de esta estrategia de crecimiento desmedido bajo la que se rige nuestra economía mundial.
Así, solo hay que convencer, bombardear, programar y estimular lo suficiente a los niños a partir de una muy tierna edad para que empiecen a pedir, demandar y querer comprar decenas de cosas que no necesitan, son ciertamente perjudiciales para ellos en muchos aspectos según su edad y su madurez mental, y están en contra de los procesos naturales de crecimiento que se dan con el juego mental, la imaginación y el uso de elementos no necesariamente comprados en tiendas o por Amazon. Pero, el problema es que si no se ponen en marcha y se mantienen a todos los consumidores posibles “funcionando” desde los primeros años de vida, el sistema no se mantiene, porque muchos adultos aprenden a no necesitar muchas cosas, y, por lo tanto, dejan de comprarlas, y con ello dejan de facturar al sistema y el sistema, en general, se resiente cuando lo hacen millones de ellos.
Si estos adultos tienen la consciencia y se dan cuenta de que la acumulación de productos y cosas materiales no les proporciona ningún tipo de satisfacción, el sistema se fija en aquellos que no pueden llegar aún a estas conclusiones, y forzar a estos adultos a comprar para los niños aquello que los adultos “conscientes” no comprarían por si mismos, dejando de inyectar dinero en el sistema, pero inyectándolo a través de las múltiples compras que se realizan para los peques, en todos los aspectos y momentos de la vida de los niños, sean nuestros hijos, nietos, sobrinos o hijos de amigos a los que hay que hacerles regalos de vez en cuando, y que además nos exigen, directa o indirectamente, que se los hagamos gracias al tremendo esfuerzo de la publicidad para convencerles de que realmente necesitan ese juguete o ese artefacto, aunque luego, por su madurez y evolución mental, lo vayan a usar solo una semana o menos, ya que no poseen una psique madura para poder disfrutarlo sin querer pasar a otra cosa antes de que incluso se haya podido tirar el papel de embalaje en el que vino envuelto el regalo.
Días de frenética compra compulsiva
Pero puesto que además estos incentivos no aportan tanto flujo económico al sistema como se requiere, por la simple necesidad de acumular más y más en círculos de poder a nivel empresarial de alto nivel, se han de ajustar los calendarios de compras anuales para ofrecer incentivos a través de los cuales estimular la psique común para que gaste todo lo que pueda en fechas determinadas. Si evidentemente las navidades y los cumpleaños ya poseen esta función natural, pero no suficiente, tuvieron que crearse días específicos como el Black Friday, el Single’s Day, el día de San Valentín, el día del Padre y de la Madre, etc., etc., para que al menos, una vez al mes, hubiera una inserción de dinero extra en el sistema económico mundial y fluyera con más fuerza la energía financiera por todo su entramado. Algo así como echar desatascador para romper los bloqueos o concentraciones de aquello que tapona las cañerías, de manera que el impulso de estas compras produzca el efecto de intensificar la potencia de la economía e impedir cualquier desaceleración que pusiera en riesgo su estabilidad.
Y es que, en resumen, nada de lo que pase en el mundo tiene una base, causa, efecto o consecuencia que no esté relacionada con la economía, el dinero y los flujos financieros, todo el resto de áreas de vida se sustentan sobre esta primera, y todo el estado del bienestar y el crecimiento de la población dependen de ella. No importa cuán evolucionada o consciente sea una parte de la población, su vida siempre dependerá de una corriente monetaria que va de Vietnam a Sao Paulo, de Vancouver a Ciudad del Cabo o de Ushuaia a Tokio, parando en todos los rincones del planeta donde exista una empresa multinacional, con un sistema bancario creado para sus necesidades e intereses y una reglas monetarias que dicten cómo seguir haciendo circular ese flujo económico hacia la siguiente parada, reajuste, y vuelta a empezar.